El escenario general de Tequilaprayers (Paracaídas, 2017) de
Julia Wong (Chepén, Perú, 1965), se ubica en México, el cual está habitado por
muchas presencias, que se corporizan en el libro, aunque las alusiones también
remiten a otros países, como si habláramos de una road movie mexicana internacional.
Y es que esta poética nunca puede quedarse quieta.
El libro revela desde el título una hibridez que en su obra, no representa una
característica más, sino el punto de partida que determina su poética: la
búsqueda de una identidad y forma, por parte de un sujeto, al interior de su
genealogía familiar mestiza, dando como resultado un ser singular, un bello y
querible monstruo o alien intraterreno. Una poética del extrañamiento se da
aquí, que se manifiesta como algo cotidiano, desencadenando el absurdo en
muchas ocasiones.
Tequilaprayers, como reza en su título, alude a la bebida alcohólica del país
de Frida Khalo, algo así como “oraciones de tequila” o endechas de amor
mexicanas. Me imagino al sujeto poético cantando entre rápidos y sucesivos
shots de tequila con golpe de vaso:
“Tu ausencia hizo posible mi vida cuarteada de desagüe, tan rota como la vereda
y tan amarga como un café preparado con desidia./ Este periplo de gorgojo y
estas canciones lejanas de Portugal./ Sé que se miden las piedras con
laberintos mentales./ Sentada con el culo helado entiendo que Epicúreo podría
tener una respuesta a la blancura de la espera/ Nadie llega/ Empiezo a caminar
sin dirección.”
¡Salud! El sujeto poético avanza con paso inestable. Un
ritmo sonoro y conceptual que se marca en esa falta de definición, que provoca
germinación constante de disparos con pistola de charro y mirada
enigmáticamente asiática, las balas de su basamento Real. Fuertemente enraizado,
como dije, en la relación que establece con su origen no identificado (alien intraterreno compuesto por muchas
culturas), como principio kármico, de la consecuencia de estar vivo y sus
avatares; pasados, presentes y futuros. Transformación constante: “Y la otra
mitad de mi cuerpo ya no es piel, es luna”.
Además de la identidad esquiva y mutante de esta propuesta,
y en general de toda la obra de Julia Wong, también está el tema del amor y el
erotismo en Tequilaprayers. Se suele establecer diálogo con un sujeto
masculino, como padre, hijo, esposo, ex esposo, como aquel establecido en una
relación de amantes en escenarios extranjeros, en alcobas que también expresan
otras realidades culturales distintas a la peruana, como el devenir de una
flaneur del mundo. Por ejemplo en el hermoso poema, “León acostado en la jaula
abierta” podemos ver este tratamiento del erotismo, que resalto, el cual
detenta un espacio de mucha satisfacción, potencia y a la vez sutileza y
creatividad:
“Meto mis dedos en tu pelo, liso y lino como el aceite que
me enjuaga en la oscuridad más amplia de este deseo”
O en, “Esperando a los griegos”:
“Todos quieren destruir el amor para construir un reino
nuevo/ Pero yo espero, Agamenón, yo te espero aún”.
El sujeto poético en su viaje tras sus orígenes y en lo
diverso de lo humano, buscando quizás un reflejo, algo de que atenerse para
generar una identidad, establece una relación interesante al ocupar el papel de
madre, en el sentido que la hija aparece como proyección de esta, como si fuera
su doble, la cual duplica su deseo que poéticamente hablando, es el suyo
también. La obtención de aquello que se busca, la llegada, se materializa en la
hija, consecución que sin embargo se dará de forma momentánea, ya que luego
ella partirá, como la madre lo hizo, generando una tensión que desencadenará
seguramente más traslados posteriores. Esto se halla presente en varios textos,
como en, “Intento de clavar un yak disecado en la pared”:
“Tu hija, la que ya
no recuerda que lamió tu placenta salada,/ Sólo tiene ojos para el yak colgado,
muerto, y espera que cierres la puerta de su habitación/ Para que ella pueda
escapar por la ventana”
Esta voz se remite a presencias cercanas a ella, en muchas
ocasiones las llama por su propio nombre, no como refiriéndose a personajes
famosos. Eso le da un carácter íntimo a este libro pero presentado con una gran
intensidad lírica, el cual aparece con un ritmo verbal alucinante, que puede
alternar lo conversacional con lo barroco, pasando por el intercambio de
expresiones dialectales provenientes de diferentes lugares, así como la
intercalación de diferentes idiomas en algunos textos. Ello revela toda la
riqueza técnica de la cual dispone Wong Kcomt, en una entrega de madurez y
consolidación, dentro de su ya extendida obra. Libro que termina con una
pregunta que puede penetrar en el corazón del mismo y de muchos pasajes de su
obra: “¿Dónde se ha metido mi madre mientras yo la espero aún?”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario