lunes, 19 de octubre de 2020

“Nada de esto es violencia” (reseña sobre “Vide cor tuum” de Juan de la Fuente)

 


“Vide cor tuum” (Perro de ambiente, 2017) de Juan de la Fuente Umetsu (Lima, 1963) es un solo y largo poema que marca su paso como una danza, alrededor de la figura de la flor, en sentido espiral. Para acceder al centro de esta poesía, hay que ir hacia su centro y pétalos. Es así como se acerca y aleja el sujeto poético al corazón de ese ideal.

El símbolo de la rosa trasunta la historia de la poesía: Dante, Yeats, Colderidge, están entre algunos de los más conocidos, o en nuestra tradición, Martín Adán.

La obtención de la Rosa es un bien esquivo (parafraseando a Sor Juana). Este ideal de unidad, de ciertas presencias que se albergan en el corazón, en sus niveles más profundos y espirituales (como es el encuentro con Dios o con el ser amado), se da a través de lo bello, que exige tener el arte y la sensibilidad por parte del poeta, para alcanzar o por lo menos otear, ese ideal sublime. Desde el título se presenta la clave para dirigirse a ella, que traducido, reza como: Mira tu corazón. Quizás a través de las palabras podemos retenerlas por un tiempo un poco más prolongado para ver esta Flor; pero nunca logramos evitar nuestra naturaleza efímera, como pasa con la rosa común, que nos aleja de esa añorada trascendencia. Ahí radica la intensidad de esta pasión, en la conciencia de la finitud, pero como diría Giorgos Seferis, asumida con “sentimiento de eternidad”.

Pero en este poema, ¿cómo habría que entender la simbología de la flor, en lo particular que este conlleva? “Es a la vez la flor clásica que representa lo transitorio, y la rosa romántica de la emoción privada. Pasando por estos niveles, es un símbolo de creación artística, y un vehículo de sus ansias de lo trascendente” dirá John Kinsella sobre Martín Adán al estudiar la figura de la rosa en su obra. En el caso del poema de Juan de la Fuente, también se apela a la figura de la flor como un leimotiv recurrente para señalar el origen y la búsqueda de su escritura: “Entra la flor como una danza/ Entra en la flor y permanece afuera/ Déjala crecer en el fuego/ En las palabras desnudas en la cicatriz del alba” dirá iniciando el poema. En otro pasaje en tenor similar: “La flor arde mientras se apaga el mundo/ Nadie huye utopía/ Esta historia nace en tu corazón”. Empresa poética signada por una vocación, que llega a niveles no solo estéticos, sino existenciales y de orientación metafísica, muy altos.

La danza también conjura a los hados en esta poesía, guiada por el llamado de su corazón. Ella describe el aspecto sensual de este lenguaje y la gracia de su andamiaje. La belleza de las imágenes vertidas aquí, buscan con gran ansia a la Belleza que trasciende a la palabra. Una intensidad que provee de un alta carga sexual al universo de este poema, pero presentada de forma sutilísima. Esta se enfila ciertamente hacia un ser amado, pero también a la escritura en sí. Una intensidad que me recuerda por momentos a la poesía de César Moro o a la de Vicente Aleixandre, en su plástica verbal. Dirá de La Fuente Umetsu: “La flor apareció en las pantallas de plasma/ Y la sonrisa imprecisa de una muchacha fue tu única certeza/ Luz que se ilumina en una noche ciega/ Sobre la cama una estrella encerrada en un cuerpo lascivo/ Humedeció la noche/ Las aguas de desbordaron/ Fue tan fácil morir y despertar/ Y levantarte para atravesar las paredes/ Antes de morir”.

Personalmente, considero que la reelaboración del lenguaje poético puede lograr memorables resultados, pero en su defecto, puede caer en una artificialidad capaz de romper con el embrujo del poema. “Vide cor tuum”, sortea estos peligros y maravilla con su rica imagenería, la cual es sostenida a través de este extenso poema, generando un logro estético poco común, por la precisión alcanzada.

Capítulo aparte son las características materiales del libro, su diseño e ilustraciones. Es un lujo el trabajo entregado aquí: La cartulina empleada para la tapa, el papel cuché negro para las páginas interiores donde figuran las ilustraciones de Ale Wendorff que son una obra de arte en sí mismas, con dibujos que dialogan con los poemas desde la perspectiva de esta artista, el tipo de fuente. En fin, una publicación bellísima también en ese aspecto.