lunes, 5 de octubre de 2020

“Una ciudad fundaremos, piedra y bronce, bronce y piedra” (reseña sobre “Fundación” de Lorenzo Helguero)


 



“Trazar la historia del octosílabo es trazar la historia de la métrica española, desde los orígenes de la poesía castellana”, hasta tiempos modernos como en Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o Gonzalo Rojas, por referir algunos nombre; dirá E. Varela Merino en su Manual de Métrica Española (Castalia Universidad, 2005). Patrón métrico empleado en “Fundación” (Acuedi, 2020) de Lorenzo Helguero (Lima, 1969). Helguero ya desde Sapiente Lengua (Ediciones Pedernal, 1993), su primer libro, conformado enteramente por sonetos,  sorprenderá con el uso de los endecasílabos. Empleo poco común a mediados de los años 90 por parte de los poetas locales.

Hasta los años 50 era muy común la impronta de ciertas formas métricas como las ya mencionadas, pero luego con la llegada de los años 60 y con poéticas como las de Antonio Cisneros o Luchito Hernández, herederos en muchos pasajes de sus obras del “británico modo”, lo conversacional se iría extendiendo. Línea que se ha repetido hasta nuestros días.

¿Por qué optar por estas formas métricas en estos tiempos? Es la primera pregunta que me planteo, y me arriesgo a responder como hiciera al leer “Sapiente Lengua”: porque esas formas métricas si bien oriundas de antaño, aún puede ser canal de expresión de una voz poética actual, se me viene a la mente el reciente ¡Ars Fascinatoria! (Vallejo & Cía, 2018), de Bruno Pollack, por nombrar otro caso.

Ese tipo de relectura contemporánea de lo antiguo me parece un gesto artístico que forma parte de aquello que Francis Fukuyama llamara, “el fin de la historia”, tras el decaimiento de los bloques comunistas y la generalización de las democracias liberales. La idea de desarrollo de la modernidad decae de tal forma, en la disolución de las utopías o pensamientos únicos (acendrado desde el punto de vista enmarcado por una globalización hiper impulsada por la internet) que al  volver la mirada al pasado, ya no se tiene el riesgo de caer con ello, en lo obsoleto.

“Fundación” inicia con un epígrafe de Saint John Perse: “Esta es la marcha del mundo y para ello no tengo sino alabanzas------ Fundación de la ciudad. Piedra y Bronce” y la dedicatoria: “Para Luchi, que me mostró las primeras palabras”.


Este inicio parece un anuncio con las características de una construcción. El libro está compuesto por 16 poemas numerados, sin títulos. En el segundo verso se hace referencia a catedrales, y la alusión a estas lo hacen a uno pensar en el mundo sagrado, desde un ámbito grandioso, ya que no se habla de iglesias o capillas, sino catedrales: “Están ahí desde siempre/ las catedrales del tiempo/ como las voces transparentes/ labradas a puro fuego/ con rocas de inmensidad/ y ladrillos de silencio”. La alusión al silencio traen a la memoria a Eduardo Chirinos y al hermoso libro “La morada del silencio”, donde explora la relación existente entre el poema y el silencio en varios autores que: “se radicaliza en la modernidad y se traduce en la capacidad del poema de ser leído como representación dramática del acto de escritura", dirá este poeta que fuera tan cercano a Helguero.

La alusión a la “noche” y al “éxtasis” hace referencia al encuentro místico como desde una alta torre que puede avistar el abismo en su escalada espiritual. Abismo que configura la esencia de este silencio junto al encuentro con lo sagrado: “Un río nace en la noche/ grito de sangre y arena,/ que corre sin detenerse/ y en su negro vientre lleva,/ máscaras de oscuridad”. O después: “y en el éxtasis del ritmo/ se vuelve estruendo y tormenta”. Hay al parecer un viaje espiritual  en el que se erige poema tras poema el libro, de rezo, frente a la muerte. Es un réquiem.

Este réquiem se solaza bellamente en los últimos instantes del alma, antes de emprender su largo viaje. La música suena en todo su concierto: “Todo lo invade la música/ todo es delirio y marea/ un resplandor de violines/ una explosión de trompetas/ notas creciendo en el aire”, para rematar como: “y en este baile de lágrimas/ baila también el poema”.  Es un viaje de los sentidos en realidad: “No solo existe el sonido/ también el ojo y la carne/ colores y amaneceres/ el sol rompiendo la tarde/ éxtasis de resplandores”.

El oficio del poeta que se viera reflejado en Sapiente Lengua, aparecerá aquí también, pero expresado con otra urgencia, una que surge del “éxtasis” de forma plena, espiritual, pero también corporal: “No es otra cosa el lenguaje/ que una pasión de elementos:/ se juntan los cuerpos,/ Una palabra con otra,/ un verso con otro verso”. Se nota una gran intensidad para resistir ante el abismo de esos silencios y papeles en blanco que sepultan. Ya lo dirá en otro verso, también como en Sapiente Lengua, invocando al apu Vallejo en el momento de la escritura: “Es el tiempo de la espuma”.

Desde el título, pasando por la imaginería empleada, los motivos elegidos, aquel mundo lejano, al cual solo se puede avistar con una mirada de interminable alcance, nos remiten a Eguren (pienso en “El centinela de fuego” o “El peregrín cazador de figuras”). También son invocados aquí, muchos otros escritores como Martín Adán: “Pero nosotros que vamos/ en la sempiterna búsqueda/ de la idea de la rosa/ y su belleza impoluta”. La ciudad que aquí se busca erigir está compuesta por estas poéticas, por estas voces que se enhebran con la voz de Helguero, con tal maestría, que no deja ver el remiendo.

Vuelvo a lo que dije en los primeros párrafos. Hay una forma de escribir de viejos tiempos, de los tiempos donde reinaba el verso, pero actualizada. Lo que conmueve al leer estas líneas; es precisamente el amor y la devoción que trasuntan estas páginas, sobre el oficio de la poesía y sus clásicos maestros. Maestros que sin embargo, aparecen como la base de una poética que busca plantear una Fundación, que asienta una propuesta nueva.


V

 

Todo lo invade la música
todo es delirio y marea
un resplandor de violines
una explosión de trompetas
notas creciendo en el aire
violas de sensual madera
flautas de prístina plata
un remolino de orquestas
un estruendo de tambores
sangre de músicas nuevas
desposorios de clarines
cánticos de primaveras
incendios de pentagramas
grillos despertando, abejas
zumbando en el horizonte
entre sonidos y piedras
un espejismo de fuego
una palabra en la hoguera,
aves que nacen y cantan
aves que entre llamas vuelan
y entre delirios de alcoholes
juntan lágrimas y letras,
instrumentos musicales
de recuerdos y de cuerdas:
todo es música y silencio
todo es baile de planetas
matemáticas sutiles
de una estrella y otra estrella.
Danza todo el universo
danza la naturaleza
y en este baile de lágrimas
baila también el poema.