El mejor libro de Pablo Salazar Calderón se titula Buen
viaje, Ikarus 10. Cuando lo leí por
primera vez no pude evadir esa nostalgia ochentera aderezada de neones
titilantes y una
orquestación de sonidos derivados de los 8 bits. Este Acople en el mar
del cosmos
vendría a ser un spin off de esa aventura. Aquí se nos presenta una
puesta en escena; Pablo
Salazar parte de una anécdota sensacionalista ocurrida en nuestro territorio:
un piloto
FAP y su encuentro cercano con una nave extraterrestre. A este personaje,
Salazar lo hace compartir una cabina de tripulación con Carl Salazar (¿un alter
ego del poeta, una referencia a Carla Sagan?). Se produce así un largo discurso
de casi cuarenta páginas en el que Carl Salazar construye su visión del cosmos,
un cosmos a la medida de su nostalgia, de su sensibilidad,
distorsionado/condicionado por sus referentes ochenteros. La atmósfera es
retrofuturista, y en ella aparece todo un catálogo de objetos que parecen llevarnos
a rastras a un tiempo improbable donde pasado y futuro fluyen en calma, enredándose
entre ellos y confundiéndose, a la manera de una psicosis generada por los peligros
de un viaje espacial. En ese asteroide se oye la Sonora Matancera.
*
[¿Qué puede observar desde su ubicación, capitán?]
Apenas un RIN
Su cara azul
Como moneda de estaño en la pista de mi calle
Se aleja
La soledad del viaje propicia una larga meditación sobre el
espacio y las leyes físicas, sobre las posibilidades de regresar al pasado a
partir de la evocación, sobre la dinámica entre el pasado y el futuro y cómo
somos entes encerrados en una materialidad que a veces se las arregla para
conseguir lo imposible (tomar algo de ese pasado y traerlo a esta presente) a
través del lenguaje:
[Copiado, capitán]
Cartuchera de universos
de ingenieros celestes
Aprovecho la velocidad de escape
de nuestro contenedor de juegos
para ser el bus amarillo
que regresa la mirada
a través de la ventanilla trasera.
Es obvia la necesidad del yo lírico por poblar su discurso
con elementos nostálgicos: cómic, joystick, rin, Enatru, carros escolares,
tocacasset, bus colectivo, calcomanía, etc. La puesta en escena admite este
catálogo desaforado, aunque por momentos la sensibilidad del yo lírico parece
perderse en su ánimo por inventariar. Sin embargo, Pablo Salazar nos brinda
momentos donde esta búsqueda logra sus frutos, amalgamando su vocabulario pretendidamente
tecnológico, nostálgico y poético. Ese es un logro.
La luz celeste de un láser
ingresa por una de las ventanas
entra a nuestros corazones de diamante
y multiplica ese brillo
como si fuera un premio
Una objeción. El texto a veces se me hace muy largo. Puede
prefigurar la amplitud del
espacio; el gran vacío hecho poema y breves puntos donde brilla la luz de una
imagen con
la potencia de un cuásar, igual que el fragmento anterior. Tal vez se deba a
que estamos
ante un estudio de poema, algo que, tras ser meditado, formará parte de un
libro futuro.
(Enlace de la reseña completa: https://elhablador.com/blog/2023/03/29/resena-pulsaciones-2022/
)