lunes, 29 de mayo de 2023

“En este cuerpo cosplay, los mensajes iluminan la noche, las uñas apretando send” (Reseña sobre “Trilogía de la expansión” de Ramiro Vicente)

 




“Trilogía de la expansión” (Animal de invierno, 2023), del poeta argentino Ramiro Vicente (Buenos Aires, 1973), reúne poemas de tres libros: “Semántica Sur", "Incamino" y "Distopics” (el último hasta este momento, inédito). El conjunto entrega propuestas independientes, pero también interconectadas, entre otros aspectos, por un contexto social y político que oprime al sujeto poético que aquí se presenta, y la forma como éste, enfrenta eso. Es aquí que aparece el sentido de la expansión que se nombra en el título, para sortear aquello que impide al sujeto desarrollarse, personal y poéticamente, y alcanzar un estado, que pueda de alguna manera estabilizarlo frente al mundo en desequilibrio, que habita. Eso sí, una estabilidad que no renuncia al movimiento; al contrario, lo necesita y para ello viaja, y recorre diferentes lugares, físicos, geográficos, naturales, pero también virtuales. Cosa de la cual comentaré un poco más adelante.

Ya la portada de la trilogía diseñada por el gran Liniers, da algunas señales; en tanto que es una ilustración, pero a su vez una lectura del libro, por lo certera en lo conceptual. Mostrando la imagen de un hombre, dividida en tres cajones, aludiendo a los tres libros. Pienso que resume de alguna forma el marco general de esta entrega, aunque no agota el sentido del conjunto. En esta imagen aparece un solo individuo, como sucede en esta propuesta. Es el sujeto poético, y lo que sucede en su cabeza; esa mirada, llena de ideas, sonidos y ritmos generados tras la relación que establece con el entorno. La acción que realiza es clara, la de avanzar, dando pasos, yendo en buses, carros, nunca detenido en un solo lugar.

Ahora, partiendo de la premisa que se desprende del constante desplazamiento, habría que ver como se realiza poéticamente esa acción a través de estos libros.

En Semántica Sur, el poema pórtico, podría asumirse como una arte poética, que se presenta como un letrero de camino, testimoniando, señalando lo que viene, las señales del viajero, los pertrechos del viaje, los motivos y el destino del mismo. Abro cita:

“poesía de la pampa/ anestesiada de ruta/ a través de torres de luz ganada/ la ventana/ silenciosa donde se ve/ la mirada esteta de hambre vaca/ la metonimia peronista/ la metáfora/ épica/ arremangada/ irrenunciable”
Cierro cita. 

Habla de la pampa, del campo, de las ventanas silenciosas, de las metáforas épicas, arremangadas; con ello sugiere una actitud activa en la lucha, por el cambio entre tantas desigualdades que se viven. El sujeto poético recorre con ojos peronistas esos pueblos y ciudades desde las cuales proviene y a las cuales vuelve, o a aquellas a las cuales llega, como podría ser Lima, el DF u Oruro, pero con las cuales de todas formas se siente hermanado, y es que si bien es cierto lo argentino marca, más que todo es lo latinoamericano.

Desde el título, “Semantica Sur”, primer libro de la trilogía, se identifica una necesidad por dar significado a aquello que conforme uno va leyendo, identifica como difícil de definir, estabilizar, generando una tensión que recorrerá todo el libro, expresado en un ritmo más cortante y marcado, que en los títulos siguientes. Ese ritmo de batería salvaje, crea la sensación de un llamado a tomar acción frente a lo que vivimos, como si el tamborilero de la batalla, estuviera en clave de rocan rol, por las alusiones que se dan, a música de ese género, que en el siguiente libro, persistirá al incrustarse frases de canciones de artistas como Charly García.

La exposición fragmentaria y la multiplicidad de elementos es otra constante en este primer libro. Presentando el panorama de estos versos como puzzles, creo yo, por la necesidad de querer poetizar sobre una realidad fracturada, un rompecabezas con todas sus piezas dispersas, que solo pueden formar eslabones de sentido, únicamente a través de medios alternativos, como el que proporciona la poesía
En el segundo libro que contiene esta trilogía, “Incamino”, se dan poemas de más largo aliento, la fuerza de la poesía se libera con un tono por momentos algo beatnick. El poema “El aullido” de Allen Ginsberg vino a mi mente, cuando Ramiro poetiza la ciudad; lo urbano y lo social, en lo delirante. Cito:

“alejado de todo/ abrazado a mi arquitectura/ oprimo mis ojos/ balbuceo mi nombre/ y me/ persigno/ por las calles del sur/ con los labios desencajados del ácido”
Cierro cita. 

De alguna manera, el sujeto poético encarna la realidad política y social que lo circunda, somatizándola a través de su cuerpo. Cuerpo que a su vez es palabra poética misma. Vuelvo a citar:

“en mi cuerpo/ la existencia se disfraza de arma nocturna/ por si vienen por los caños/ estoy combatiendo el capital/ con mi historia despareciendo”
Cierro cita

El uso de personificaciones de los ambientes urbanos me remiten a poéticas como la de Oliverio Girondo en sus “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” o Carlos Oquendo de Amat y sus “5 metros de poemas”, dos representantes de la vanguardia latinoamericana: Pero a su vez, a  la presencia de un flaneur, o paseante, (conocido sujeto aparecido por primera vez en las novelas de Victor Hugo y los trabajos de Baudelaire, que recorre los cascos urbanos, siguiendo aquel spleen o especial atmósfera de ensimismamiento por las grandes ciudades, como eternos mundos artificiales, fascinado por las múltiples mercancías puestas a la venta) un flaneur que vaga, pero no por la París de la segunda mitad del siglo XIX, ni la Lima de los años 20 de Oquendo, sino por la latinoamérica de los años 2000 colapsadas por el hacinamiento y la precariedad económica y social que vive hasta ahora, por razones que provienen desde la colonia. La presencia de ese flaneur es explícita en más de una oportunidad. Cito como ejemplo:

“yo limpio mi cuerpo con vinagre/ mientras alimento visiones/ con el spleen de Coyoacán/ hipnotizado”

O cuando dice luego en el mismo poema. Cito:

“el silencio del zócalo/ registra mi vagar”
Cierro cita.

En el último libro que conforma la trilogía, “Distopics”, también hay otra alusión al “flanear”. Cito:

“en el spleen de estos días eléctricos/ las imágenes derretidas y ausentes brillan”.

Aunque en esta parte de la trilogía, lo que se privilegia, es la fantasía y las posibilidades que ofrece. El lugar que se ocupa ya no es físico, sino virtual. Espacio que el sujeto poético aprovecha para desplegar una propuesta más versátil, en el sentido que ya no solo problematiza referentes reales, sino que arriesga estéticamente, por ocupar un ambiente artificial que él mismo crea, el cual recorre performando, actuando. Cito:

“en este cuerpo cosplay que es/ medialuna tibia y libre como el mato grosso.”
Cierro cita

La expansión largamente mencionada, se da través de esta puesta en escena, que propone la figura del cosplay (que abrevia la palabra en inglés, “costume”, disfraz, con “play”, jugar, que sería como jugar con el disfraz) disfraz que en el caso de Ramiro, sería el lenguaje. Generando una serie de circunstancias estéticas que generarán una vuelta de timón en esta última entrega “Distopics”, con relación a toda su obra.

“La Trilogía de la Expansión”, de esta manera, presentaría desde mi perspectiva, un camino que en primera instancia, con “Simbólica Sur”, se presenta con una oscuridad, que expresa el lugar previo al nacimiento de una poesía. Oscuridad y fuerza con muchos deseos de aparecer, pero que, como todo nacimiento, implica también un encuentro violento con el mundo que encuentra allá afuera, para tras ello, proponer un decir, una palabra y aspirar en ella a un significado. Cito un verso de ahí:

“un balbuceo blanco sobre la ruta de los edificios”.
Cierro cita.

Ese balbuceo se deja sentir en esa primera parte. En la segunda estación, “Incamino” la poesía ya se abre paso con largos poemas ríos, y una claridad y recursos estéticos que denotan que se han dado ya varios pasos más en esta expansión, para llegar al tercer libro, “Distopics”, como el lugar de mayor consciencia poética, donde la propuesta se complejiza, y el juego lúdico de la poesía de desarrolla, generando de ese modo una poética, que se perfila a un propuesta mucho más personal y original por parte del autor. 

Por último, algo para resaltar es la importancia que se le da a la figura del cuerpo, sobre lo cual algo ya habría dicho, hecho que me parece tiene una importancia transversal en todo el conjunto. Esta importancia se evidencia no solo en la forma que actúa en varios poemas, sino en la referencia directa que se hace a el. Es a través de este que el sujeto poético procesa todo lo que vive, analiza e imagina: como protesta, como disfrute, como cansancio, como cosplay, en fin, de múltiples maneras, apareciendo entre los muchos aspectos a tomar en cuenta, a la hora de destacar esta trilogía.


lunes, 15 de mayo de 2023

RESEÑA a "Acople en el mar del cosmos" realizada por el poeta Miguel Ildefonso

 




Luego de cuatro años de publicado el excelente poemario Buen viaje, Ikarus 10, Pablo Salazar Calderón nos entrega ahora Acople en el mar del cosmos (Editorial Pájaro de Fuego, 2022). Es la segunda parte, al parecer, de una saga poética, que ahora “narra” el viaje de la misma nave tripulado por el capitán Oscar Santamaría Huertas (personaje peruano que en 1980, en la vida real, o en la ficción de la realidad, “se enfrentara a un ovni con su aeronave Sukhoi22, sobre la base de La Joya”) y  por el copiloto Carl Salazar (“profesor de Lengua y Literatura”). 


“Ya fijamos la misión, mas no las coordenadas” dice el poeta en el texto en prosa de la introducción. Y esto es importante saberlo, pues la aventura del viaje hacia la nebulosa de Orión, de la caza de ese “objeto volador desconocido que burlara al capitán” es también el viaje interior del poeta (y de su lenguaje) hacia la memoria familiar que es representada por la ballena. Aquella gran ballena que el padre del copiloto Carl buscara al contemplar el mar, y, tal como enfatiza, “que siempre se lleva algo de nosotros”. El copiloto-poeta dice, además, acotando algo que corrobora la visión subjetiva de su misión: “yo sigo la estela de tal cetáceo, en la noche del espacio, esperando que me lleve junto a él.”


Es la navegación, entonces, de una búsqueda por el espacio cósmico y al mismo tiempo, simbólicamente, a través del mar. No es gratuito que el epígrafe sea el extracto de un libro de Carl Sagan titulado La orilla del océano cósmico. Las coordenadas, por tanto, son los momentos estelares en que se suceden los poemas: textos en verso compuestos de descripciones, diálogos, reflexiones, flash back, declaraciones y monólogos.


Al final del libro, la nave espacial (que en los referentes simbólicos de la memoria de la infancia del poeta es el bus Ikarus que existía en el Perú) se acoplará a aquella ballena u ovni o nave desconocida. “Reconocí las moléculas de nuestro hogar/ bajo la lente de mi microscopio de juguete: / Estábamos juntos / alrededor de una mesa / No éramos los mismos / Pero éramos bajo mar abierto/ una familia”, dice ya hacia el final, cerca al acoplamiento.


La simbología de la ballena remite a la famosa ballena blanca (o cachalote) Moby Dick de la novela de Herman Melville, que cuenta la historia del capitán Ahab que se embarcó en su búsqueda para cazarla. Aunque la ballena del libro de Salazar Calderón es de color negro, tal vez por la asociación con los “agujeros negros”, aquellas monstruosas regiones del cosmos que pueden absorber todo lo que está a su alcance.


La propuesta del poeta es el acople de la lírica con la ciencia ficción, de la lírica con el lenguaje técnico/científico, y de la lírica con la épica. El poeta nos “narra” más que un viaje de cacería, la búsqueda de la sobrevivencia de lo humano y lo sublime. El género de la épica es algo que ya no se practica tanto, debido al individualismo que caracteriza estos tiempos, desde los años 80s sobre todo. Uno de los últimos textos épicos son Omeros de Derek Walcott; la obra poética de Raúl Zurita es épica; lo mismo Splendor de Enrique Verástegui. A diferencia de la recreación del mundo griego en el primero, de la crónica de las dictaduras latinoamericanas en el segundo, o de la utopía del amor en la poética de la urbe en el tercero; aquí se nos presenta una escritura del futuro, un hablar desde esa zona que, gracias a la ciencia y la tecnología, se hace posible. 


Finalmente, y que es lo más importante, es el acople de la humanidad (a través de la simbología de la memoria personal o familiar) con las posibilidades de una vida más plena que nos brindan la navegación, la exploración y la investigación hacia los rincones más alejados de nuestro sistema solar.


El astrónomo, escritor y divulgador científico Carl Sagan escribió en su libro Los dragones del Edén: “Cuando reconocemos nuestro lugar en la inmensidad de los años luz y en el paso de las eras, cuando atrapamos lo intrincado, la belleza y la sutileza de la vida, entonces ese sentimiento de dolor se va y aparece una sensación donde se unen la humanidad y la generosidad.” Es ahí, también, que la poesía tiene posibilidad de existencia en ese mar desconocido que nos espera. Como dice el poeta “Somos parientes de la otra dimensión/ Apretujados en un bucle temporal/ la bioquímica de un cardumen krill”; pero también somos hechos de poesía.


https://miguelildefonso.blogspot.com/2023/05/acople-en-el-mar-del-cosmos-de-pablo.html?m=1&fbclid=IwAR2vwxlYd29KDGmSXVvRrcd_gwCqUhZBGV2d5omRINKoecP86X9bVenivW8#more

viernes, 21 de abril de 2023

"Piedralaventanaelcielo" (poemario liberado)

 



Muchas veces, volver a textos que fueron escritos en el pasado, genera un extrañamiento en quienes los escribieron, que cuestiona la identificación con los mismos. La máxima del poeta Arthur Rimbaud, "Yo soy otro", se evidencia, y se genera una experiencia con el texto, interesante.

Es por eso que ahora libero gratuitamente esta "Piedralaventanaelcielo" (Paracaídas, 2011- Apogeo, 2020, edición digital) que percibo tienen algunos textos que no han envejecido demasiado. En aquellos poemas que si sentí perfectibles decidí editarlos un poco. En otros casos como el poema "Orfeo" si le adicioné más partes, así como incluí "Cartón de la Plaza Francia", que es un poema sin libro.

Enlace de los textos:

https://drive.google.com/file/d/1TasIpU51WBkKUm02OE1d5SoS9pfQL-kj/view?usp=share_link

lunes, 3 de abril de 2023

Extracto de la RESEÑA del escritor y crítico literario Cristian Briceño que escribiera sobre la colección “Pulsaciones” en la Bitácora de El Hablador . Este fragmento que comparto corresponde a mi poemario, “Acople en el mar del cosmos”, de mi autoría.

 


El mejor libro de Pablo Salazar Calderón se titula Buen viaje, Ikarus 10. Cuando lo leí por
primera vez no pude evadir esa nostalgia ochentera aderezada de neones titilantes y una
orquestación de sonidos derivados de los 8 bits. Este Acople en el mar del cosmos
vendría a ser un spin off de esa aventura. Aquí se nos presenta una puesta en escena; Pablo
Salazar parte de una anécdota sensacionalista ocurrida en nuestro territorio: un piloto
FAP y su encuentro cercano con una nave extraterrestre. A este personaje, Salazar lo hace compartir una cabina de tripulación con Carl Salazar (¿un alter ego del poeta, una referencia a Carla Sagan?). Se produce así un largo discurso de casi cuarenta páginas en el que Carl Salazar construye su visión del cosmos, un cosmos a la medida de su nostalgia, de su sensibilidad, distorsionado/condicionado por sus referentes ochenteros. La atmósfera es retrofuturista, y en ella aparece todo un catálogo de objetos que parecen llevarnos a rastras a un tiempo improbable donde pasado y futuro fluyen en calma, enredándose entre ellos y confundiéndose, a la manera de una psicosis generada por los peligros de un viaje espacial. En ese asteroide se oye la Sonora Matancera.

*

[¿Qué puede observar desde su ubicación, capitán?]

Apenas un RIN
Su cara azul
Como moneda de estaño en la pista de mi calle
Se aleja

La soledad del viaje propicia una larga meditación sobre el espacio y las leyes físicas, sobre las posibilidades de regresar al pasado a partir de la evocación, sobre la dinámica entre el pasado y el futuro y cómo somos entes encerrados en una materialidad que a veces se las arregla para conseguir lo imposible (tomar algo de ese pasado y traerlo a esta presente) a través del lenguaje:

[Copiado, capitán]

Cartuchera de universos
de ingenieros celestes

Aprovecho la velocidad de escape
de nuestro contenedor de juegos
para ser el bus amarillo
que regresa la mirada
a través de la ventanilla trasera.

 

Es obvia la necesidad del yo lírico por poblar su discurso con elementos nostálgicos: cómic, joystick, rin, Enatru, carros escolares, tocacasset, bus colectivo, calcomanía, etc. La puesta en escena admite este catálogo desaforado, aunque por momentos la sensibilidad del yo lírico parece perderse en su ánimo por inventariar. Sin embargo, Pablo Salazar nos brinda momentos donde esta búsqueda logra sus frutos, amalgamando su vocabulario pretendidamente tecnológico, nostálgico y poético. Ese es un logro.

 

La luz celeste de un láser
ingresa por una de las ventanas

entra a nuestros corazones de diamante
y multiplica ese brillo
como si fuera un premio

 

Una objeción. El texto a veces se me hace muy largo. Puede prefigurar la amplitud del
espacio; el gran vacío hecho poema y breves puntos donde brilla la luz de una imagen con
la potencia de un cuásar, igual que el fragmento anterior. Tal vez se deba a que estamos
ante un estudio de poema, algo que, tras ser meditado, formará parte de un libro futuro.

 

(Enlace de la reseña completa:  https://elhablador.com/blog/2023/03/29/resena-pulsaciones-2022/ )




lunes, 5 de abril de 2021

“Tuve que empujar mi cuerpo como material de construcción, que busca un lugar donde clavarse para fundar su ciudad” (reseña sobre “Kauneus, la belleza” de Roxana Crisólogo

 



Roxana Crisólogo, nos presenta en esta oportunidad a “Kauneus, [La belleza]” (Intermezzo tropical, 2021). Un libro que tiene como eje el viaje, que este sujeto poético emprende huyendo de su ciudad natal (Lima), pero que termina siendo un periplo para encontrarse a sí mismo y poder aparecer, en una realidad que lo invisibiliza.

En ese lugar urbano primordial al cual guarda afecto, también cunde la violencia, en forma de: clasismo, racismo, en general mucha desigualdad, precariedad económica, así como de violencia política (que desata explosiones). Ello lo obliga a salir.

Habitar ese primer espacio, recognoscible como Lima, no le permite transparentar la belleza de su ser, su verdadera identidad. Dejarse ver significa que se le permita expresar, que se respeten sus derechos y forma de ser particulares, como individuo y mujer, que se reconozca su raza, su color, su cuerpo. Ese reconocimiento, esa visibilización se da solo parcialmente en esta primera ciudad que recorre el sujeto poético, dejándole experimentar solo destellos de belleza en ese punto del viaje, (aunque tan esenciales estos en algunos momentos, que se convierten en el tamiz con el cual se ven todas las cosas de ahí en adelante), destellos, que sin embargo, no aparecen en un contexto de libertad (casi sinónimo de lo que se identifica como belleza en este libro) necesario; por ello el imperativo de partir.

El libro inicia con un silenciamiento en varios niveles en tono imperativo:

“Cierra tu libro/ cierra la boca/ cierra las piernas”.

Un tono que pretende fijar la posición de este sujeto. Más adelante este responderá en el poema llamado “Aquí homenajeamos a la belleza peruana”. Primero en posición subalterna:

“Qué tal si digo sí a todo y me ahogo en llanto/ Una buena y dulce madre/ se olvida de sí misma/ la mano no se olvida de mí/ empuja/ la ansiedad de cien ojos que esperan que algo pase”. A lo que se contesta con voz reivindicativa:

“Una buena esposa no se ahoga dice la mano”.

“Y queda clavada como un tumor en el cerebro de todos/ la ansiedad de cien ojos que esperan que algo pase”.

El patriarcado invisibiliza al sujeto femenino (metaforizada como esposa) en el país, e impone una imagen hegemónica de belleza, que el sujeto poético subvierte, planteando variantes nuevas sobre lo bello; cometido que se logra a mi parecer, en esta publicación.

Poniendo el foco de atención en el título, “Kauneus, (la belleza)”, se advierte un juego especular con el lector, en el cual un mismo significado aparece en dos idiomas distintos (finés y castellano). Esto acarrea una cultura, historia y costumbres propias, tras cada una de estas lenguas. Es pertinente el detalle, si en el libro uno identifica que el sujeto poético se traslada de Perú a Finlandia, como posible tránsito entre estos centros, a partir de los cuales, los poemas hallan contexto. Si bien este huye del Perú hacia Europa, en el libro constantemente hay una vuelta de mirada hacia sus orígenes peruanos, aunque siente que tampoco puede volver:

“Me veo escribiendo frente a una ventana que no da a la calle de mi barrio polvoriento en el sur de Lima”

Además de este apunte sobre el título, se encuentran las implicancias de la traducción que se encuentra en él, como una forma de viaje a otros mundos culturales a través del entendimiento de sus idiomas, pero también de preocupación por el lector, volviendo al tema de acercar más la cultura a los otros, antes que plantear barreras.

Este traslado que realiza el sujeto poético genera un diálogo profundo entre el “acá” (Perú) del cual se parte, al “allá” hacia donde uno se dirige (el extranjero, especialmente Europa) que se establece a partir de la perspectiva de alguien que ha vivido muchos años en estos espacios y que tiene muchos elementos para intercambiar. Un diálogo que no puede evitar sortear diversas dificultades, como la imagen que cada uno se forma sobre el otro; me refiero a las apariencias, no exentas de prejuicios con la cuales se ironiza todo el tiempo y de esa forma se las sobrepasa, reconfigurándolas en poesía.

El sujeto poético vive un proceso de transformación que se ejerce de sección a sección en el libro, tanto del punto de vista de la mirada y las ideas de este, a las diferentes maneras que se ensayan a la hora de hacer uso del lenguaje (los recursos expresivos de la poeta desplegados aquí). Partiendo del carácter oral urbano de Lima, caótico y veloz, como sería la urbe del centro de la capital y los barrios populares (como San Juan de Miraflores), con toda su explosión demográfica y vehicular; a otro tipo de ritmo e imagenería poética cercana a la tradición nórdica, que se visibiliza en versos, como aquellos en los que invoca a la poeta finesa, Edith Sodergran:

“Aprendí hablar del verano con ilusión/ la misma ilusión con la que ahora me abandono a la/

Voluptuosidad/ de las olas de Lima/ al ansia de los colores que en versos de Edith Sodergran es el de la sangre.”

Una de las conclusiones sobre la idea de la belleza a la cual se llega en esta entrega, se desprende casi finalizando, en la última sección, a partir de uno de los mejores poemas del conjunto, justamente titulado, “la belleza”. En él, se plantea una posición particular sobre la misma, desmontada en forma de reflexión poética, donde se satiriza todo el proceso de blanqueamiento que a veces debe realizar un migrante para poder pasar desapercibido o como ella dice, ser “aceptada en el club”:

“El blanco terminará siendo mi abrigo”

“Huir fue mi velocidad”,

Hay mucho humor en este poema:

“Le pregunté a la belleza si me podía invitar a su coctel/ Si son suficientes los arreglos que me hice en el rostro/ para no desaparecer en la blancura del flash”

Se establece una dialéctica con los propios prejuicios que tiene el propio sujeto poético sobre la belleza, o dialoga con los prejuicios del entorno que la rodea:

“Me pregunté si mi tono de piel es un traje de fiesta/ Una estilista tailandesa me recomendó/ desaparecer mi cerquillo/ Mudaste de país mudaste de piel lo olvidarás pronto”

La agudeza que se logra alcanzar en pasajes como este, se conecta con otros no menos originales, como el final de un poema que comentara hace unos párrafos, rotulado, “Aquí homenajeamos a la belleza peruana”, en el cual se metaforiza la impresión que los otros tienen de la apariencia, con la de querer agradar a los otros, como un pequeño pez en una pecera:

“Este cuerpo este pez es la delicia de los ojos/ de los que en el acuario terminan atrapados por una luz/ es la belleza”

“Kauneus, (la belleza)”, es un libro nutricio en varios temas como: la identidad (étnica, lingüística, política, racial, de género) la posición del migrante en el Perú y el extranjero, diferentes realidades interculturales conectándose o repeliéndose. La propuesta verbal a su vez se deja ver: de forma narrativa muchas veces, haciendo uso de variantes dialectales del habla popular peruana o haciendo uso de formas de poetizar más bien, de influjo extranjeras, en la cuales no solo hallan marco referencias a bosques o paisajes cubiertos de nieve; sino a otro tipo de ritmo sonoro y visual. Rico despliegue de recursos, que posicionan a este libro, como uno de madurez en la mirada, y cúspide en el estilo, dentro de la obra de Crisólogo.


Este es un viaje forzado

un aterrizaje forzado que me obliga a pasar seis horas en Kiev

cuando el avión se acerca a la pista de aterrizaje

y parece que entramos a un almacén que conduce a otros almacenes

más sofisticados más solitarios más tristes

Se ha escrito demasiado sobre gente forzada a quedarse en un lugar

forzada a partir sin explicación    forzada a dejar

geografía forzada

alimentos genéticamente manipulados

forzados a abandonar su ser

Soy de K     un país forzado

Ella habla en estadísticas

no le quita la mirada a una familia judío-ortodoxa

que arrastra varios niños y muchas maletas

El número de muertos es tal que sobrepasa a los que lucharán

por la independencia de cualquier país forzado del mundo

¿De qué lado estás?

¿del que viaja por curiosidad o por necesidad?

¿remueve cartuchos   proyectiles   minas?

¿deja mensajes   descifra   descompone?

¿acumula pólvora?

¿De los que queman o son quemados?

¿De la cooperación técnico-militar?

¿De la United Nations o de la OTAN?

¿De la fotografía del país que no es el país?

¿De la postal?

¿De la botánica de no tomar partido por nadie?

¿De las semillas de las flores que no conocen de territorios?

¿De los laboratorios?

¿De los experimentos?

¿De la química celular?

¿De la nación impura?

De todas las muchachitas con las cejas demarcadas como sistemas solares

que habitarán en mí

Ser o no ser no es un dilema sino alinearse en un ejército de un lado

o del otro del río Jordán

 

 



lunes, 1 de febrero de 2021

“Madre, hoy me hice anciana, polilla dentro de una niña” (reseña sobre “Matrioska” de Valeria Román Marroquín)

 


Uno revisa el índice de Matrioska (Fondo Editorial de la APJ, 2018) Premio José Watanabe Varas 2017, de Valeria Román Marroquín (Lima, 1999) y ve en esa hoja de ruta marcada por los subtítulos: “Siamesa”, “Simbiosis”, “Matrioska”, el ánimo de resaltar momentos de conjunción, de algo que surge del encuentro de diferentes presencias o elementos, uno tras otro, en el interior de un todo. El primero hace alusión a lo orgánico, el nacimiento de un ser que, en este caso, se haya acompañado por alguien del cual no puede despegarse; en el siguiente el intercambio vital de organismos que se necesitan para existir; para finalmente, completar con la matrioska y la voluntad de registro familiar existente en esta muñeca.

La voz poética sorprende por su fuerza ya iniciada la lectura. Interpela constantemente con el poder de su verdad y su capacidad corrosiva para discutir aquellas ideas o interlocutores con los cuales disiente a través de un lenguaje crudo, pero a la vez reflexivo.

Siguiendo la propuesta de lenguaje inscrita en este libro, vienen a mi mente los primeros versos, “apagada la luz/ pleno abrazo mis senos como acto de pudor” y ya en ellos noto perfilarse una de las características de esta poesía que llamaron mi atención desde un inicio y es este trabajo de “montaje” (dicho con lenguaje cinematográfico) en pasajes como el que acabo de citar, en este en especial: “pleno abrazo mis senos” en el cual la secuencia versal, que va siguiendo una sintaxis narrativa, ciertamente convencional, es intervenida por  otra fragmentada, como de conjunción de bloques verbales incompletos, que sin embargo simpatizan naturalmente.

Hay una locución que interpela a otros sujetos femeninos en Matrioska, interlocutores especialmente visibles bajo la figura de la madre, a la cual se evoca constantemente, pero que no responde. Como si la silenciara:

“hay silencio/ madre no me ayuda a peinarme deja que/ me pare sola frente al espejo y cepillarme mi pelo deja que me pare/ sola frente al dolor/ de jalar un nudo”

Es una voz poética que aniquila a la voz de la madre. Eso transmite una gran soledad por parte del sujeto poético, pero no por ello desamparo; se la percibe libre y resuelta, consciente de todo.

El concepto de matrioska tiene que ver con la cadena de relaciones que se establecen de hija a madre, de esta a la abuela y así sucesivamente. Estas relaciones están contenidas por un espacio signado por el cuerpo, como si todas estas presencias femeninas estuvieran en un mismo territorio. Cuerpo que media su relación con el mundo y el descubrimiento del lenguaje, del cual se va a apropiando conforme experimenta cada uno de los estadios de desarrollo de su fisiología, tras el paso de los años.

El territorio interior de su casa y la familia, es su tierra baldía, la cual se asiente como el terreno desde el cual se caracteriza este mundo tan definitivo para ella:

“chueca crece esta raíz/ pasa el mes más cruel de todos/ y el camino se hace áspero”

Para poder salir de ese terreno baldío solo queda la palabra:

“bajo mis pies siembran flores/ siembran flores en su tumba/ y sus dedos se extienden fuera/ del perímetro”

El sujeto poético sabe que sus padres no son capaces de salvaguardarlo. El poder e influencia de ellos en su existencia no es efectiva, eso genera una reinversión de poderes, donde ella siendo hija, se puede volver madre, generando una especie de refundación del mundo por parte suya. Es interesante el uso de la primera persona plural en el pronombre “crecimos”, distinto a la duda, o más que duda tanteo del sujeto poético prenatal, prelingüístico de las primeras secciones del libro. Otra muestra de la seguridad del enunciado de esta voz:

“he llegado a concluir que crecimos fuera del vientre/ y creo/ que ese ha sido/ de toda la historia mundial/ nuestro más grande triunfo”

Se presenta de alguna manera la gestación, vida y muerte de algo en la estructura presentada por el libro. Es el ciclo de vida de un vínculo, el cual podría fijar su fecha de vencimiento el día que se terminó de escribir.

Se percibe como un ciclo de un eterno retorno, como viuda negra (o hija negra) que teje (texto-lenguaje) la mortaja de su madre, como algo que no puede dejar de repetirse en la familia:

“en el tiempo circular/ y permanente/ nada importa/ entre diferencias tenues/ un hilo rojo sobre un hijo rojo:/ la madre de mi madre/ y mi madre/ que es hija mía/ pasamos el rato/ esperamos su pasar”.

Dentro de nuestra tradición, podría hallarse cierta cercanía a poéticas transgresoras de sujetos femeninos, como las de Carmen Ollé, Mariela Dreyfus, Monserrat Álvarez, Victoria Guerrero o Cecilia Podestá, por nombrar algunas autoras, con obras que como Román, subvierten los códigos de la poesía escrita en las últimas décadas.



lunes, 11 de enero de 2021

“Pronunciar tu nombre para soñar el sueño que nos dice que la vida sería más posible si los gorriones escribiesen las editoriales de los periódicos” (reseña sobre “Las musas se han ido de copas”, de Nilton Santiago)

 


El poemario “Las musas se han ido de copas” (Visor, 2015), XV Premio Casa de las Américas, de Nilton Santiago (Lima, 1979) sigue un caudal de inspiración indetenible, que recorre toda su obra. Sus palabras y el equipaje de sentidos y juegos de lenguaje que llevan, comunican lo humano con el mundo sagrado, mágico, fantástico, que convive naturalmente con el ámbito de lo cotidiano y lúdico al cual invita el universo poético de Nilton Santiago. Circunstancia que genera asombro en el lector, por la sensación de epifanía que lo sorprende a cada instante entre las cosas.

Mujeres (las musas, las diferentes caras de la poesía), son buscadas por el poeta a lo largo de su libro. Cualquiera no merece su atención... Están por ahí, mezcladas con otras presencias femeninas, con el riesgo de que se confundan unas con otras, sin embargo, la promesa del encuentro, está hecha. Si bien uno percibe desde el primer verso que la inspiración está presente, los poemas te invitan a no detenerte y continuar en peregrinaje hacia el camino que te conduzca hacia ellas.

Este libro que se presenta casi como un libro de aprendizaje del amor (digo casi, porque la palabra poética de Nilton Santiago suele remover en su interior muchos otros temas más), esboza un proceso en el conjunto, que se estructura en cinco partes: 1. TRES POSTALES PARA LA LLUVIA QUE LA LLUVIA HA BORRADO 2. NO HAY CHICAS BIEN QUE POR MAL NO VENGAN 3. SIETE EQUINOCCIOS PARA EXPLICARTE QUE NO TIENE NADA DE MALO QUE NOS ENROLLEMOS DE VEZ EN CUANDO 4. LA DOBLE VIDA DE LOS PINGUINOS 5. PARA RETRASAR LOS RELOJES DE ARENA. En él, despliega prosas poéticas que presentan un lenguaje que transfigura escenarios de corte fantástico ubicados en ámbitos citadinos, muchas veces interiores. La maravilla de lo que se va contando, enriquece el tono conversacional presentado como marco previo, de esa reunión de voces que se van “de copas”. Como si fuera una borrachera fantástica, de sensaciones y conocimiento poético.

En ese último sentido, viene a mi mente el poema “El barco ebrio” de Artur Rimbaud. Un poeta que generaba transfiguraciones de escenarios que partían mucho de lo cotidiano y autobiográfico, pero que acababan en lugares insospechados, producto de la alquimia del verbo. Entre otras influencias que me asaltan, está la poesía del español Juan Carlos Mestre con el cual comparte un imaginario poético que coincide en más de un aspecto y que resalta por su devoción a la belleza verbal, sus personajes fantásticos (muchas veces kafkianos) de faz iluminadora, o los escenarios como de museo, sobre superficies de antigua madera pulida, así como de ciertas palabras recurrentes como: “libélulas”, “mariposas”, “sastre”, “equipaje”, “ángel”, “lágrimas”, “sindicatos” o “jubilados”; por citar algunas palabras clásicas del mundo mestreano. Pero también viene a mi mente el lado lúdico y sensual de Oliverio Girondo o la capacidad transformadora del poeta de los heterónimos, Fernando Pessoa:

“En Barrio Alto, ninguna nena ha leído “El libro del desasosiego” pero igualmente tienen el corazón tan grande como una sandía, se enamoran cuando anochece y caminan medio desnudas todo el invierno hasta dañarse la sonrisa con el aliento de las primeras flores.”

O diálogos con otras poéticas, como es el caso del poemario “Fe” del poeta peruano Bruno Pollack:

“Acabo de leer una noticia que dice que el 70% de los pájaros es agnóstico, y que el resto, el 30%, simplemente sabe que las iglesias son un buen lugar para ir a merendar el arroz que arrojan los amigos de los recién casados. Bruno me dice que el atentado de las torres gemelas fue planeado por tres puercoespines contratado por los servicios secretos del Tío Sam”

El libro despliega todo tipo de figuras poéticas: metáforas, metonimias, oximorones, personificaciones, hipérboles, jiasmos (o quiasmos), pero empleadas de forma tan fluida y adjetivada con tal maestría, que no se percibe un recargamiento de ninguna manera.

Volvemos al tema del salir “de copas”, y ya en tal expresión, percibimos un modismo español, distinto al sudamericano. El tono del libro es uno internacional. El sujeto poético es itinerante. Expresa las huellas de un migrante:

“Volvamos al tema de la inmigración ilegal, a los bombarderos de flores contra los establos de amores perdidos, volvamos a que pasas de mí al igual que la felicidad, pasa olímpicamente de instalarse en el corazón de los perros abandonados.”

“La cena no te ha gustado nada, lo sé, igualmente no pienso pedir aquella pizza de higos, miel y queso de cabra que tanto te flipa”

El tema de irse de copas, ese desorden de los sentidos, recuerda un poco el disparate puro surrealista. Si bien eso puede darse en algunos pasajes y la estructura lógica extreme sus licencias al relacionar elementos que aparentemente se hallen muy alejados unos de otros en tanto el significado, hay un sentido que se enhebra, dándole un poder poético, con cierta estructura.

Este desorden de los sentidos, también es un remover de sentimientos. Las relaciones humanas son aquí puestas en cuestión todo el tiempo, el ritmo de su variabilidad puede ser el ritmo de la profusión de imágenes de diferente sentido semántico:

“El amor se parece a la teoría de las cuerdas: solo tienes que sonreír para darte cuenta de que encontrarte a una desconocida roncando en tu cama es igual de normal que ver desde tu sofá a aquella mariposa que se limpia las patas de polen bajo la noche que se acaba de hacer añicos en tu corazón”

Este irse de copas también es jazz, improvisación. Si hay un género musical que podría elegirse para darle un soundtrack a este libro es el jazz y una sensación temporal no tan moderna, actual, como más bien vintage. Una noche de jazz:

“Cuando llegó, “Cannonball” de Adderley ya se había zampado su bocadillo de acordes oceánicos y esperaba entre el piano y la sonrisa de 5 águilas pescadoras que charlaban amablemente con Jimmy Cobb y Paul Chambers. Esa mañana Miles llegó fresco -como una lechuga-para improvisar “Freddie Freeloader”

Una atmósfera que tiende a afincarse en un escenario detenido, como de café bar de pequeño barrio, en el cual lo cotidiano es sorprendido por un impulso imaginativo que el sujeto poético dinamiza para generar un ritmo visual y de sentido que altera la aparente tranquilidad de “lo mismo” interviniéndolo con la maravilla de “lo otro”.

Esa otredad no se detiene en el país de origen del autor. La mirada no se posa en la tierra y las raíces que la preceden, sino en un afuera que se dispara libre en muchas direcciones, y no solo en una como es la patria o la infancia:

“La primavera saca a pasear al perro con el que mi abuelo, el arriero, pasaba las noches para protegerse de los ladrones cuando tenía que atravesar las montañas de los Andes del Perú, con mulas cargadas de varios kilos de sal y de melancolía.”

“Pero dejemos estos fríos datos biográficos, ahora estamos lejos de la infancia, tan lejos como las grandes transnacionales de la soja de estos pobres diablos que caminan descalzos.”

La nostalgia no llama al sujeto poético, el terruño, como si puede verse en César Vallejo cuando vivió sus últimos años en Europa, por ejemplo. La memoria del Perú y su Santiago de Chuco siempre afloraba en los poemas que escribió en esos años, pero no es este el caso de Nilton:

“Vaya, me ha dejado la cartera –digo en voz alta—nos habíamos tomado unas cuantas copas de vino hipocrático, una ración de mejillones a la marinera y patatas con mucho alioli para no terminar enrollándonos”

Este sujeto poético se presenta incorregible en el amor, la vida y la poesía, llevando consigo sin embargo el equipaje de un ángel y sus talentos, que nunca lo abandonan, cada vez que se detiene a hacerle el amor a la poesía. Eso es lo que uno concluye tras terminar el libro, que el buscar de la poesía por parte del poeta, es finalmente, un coito de amor y desamor con ella, así como sus descansos de meditación poética.




lunes, 4 de enero de 2021

“Un viejo preparador de caballos murmuró: no sé si es buena, pero tiene ganas de correr” (reseña sobre “Matacaballos” de Ana Carolina Quiñonez Salpietro)

 


Evoco mi primera lectura de Matacaballos (Paracaídas, 2018) de Ana Carolina Quiñonez Salpietro (Lima, 1988), y la sinestesia me lleva de la imagen visual a la olfativa y táctil, transportándome a establos y a los caballos que habitan esos espacios. La presencia del animal, su respiración, la temperatura del mismo, reflejan una intensidad que es transferida desde el sujeto poético, hacia este ser. Si bien un aspecto central del libro es la memoria sobre la conflictiva relación que se establece con la figura del padre (la cual es equiparada al lado tosco, duro, del equino y su semejanza con ciertos aspectos de lo masculino y patriarcal), este marco es sobrepasado por la forma como se dibuja la metáfora del caballo y su profundidad simbólica.

El libro está separado en tres secciones: “Calentamiento”, “Pista de trabajo” y “Trote”. Los títulos de estas, sugieren momentos previos al de las carreras y al contexto del hipódromo, como si se quisiera ahondar en el ámbito íntimo del animal, resaltando la perspectiva del que está muy de cerca a este y a su preparación antes de competir y ser espectáculo de los aficionados y apostadores hípicos.

Esta mirada desde dentro se presenta de tal forma que, en varios pasajes, se llegan a establecer personificaciones de los caballos, que generan tal intercambio de naturaleza entre estos y los humanos, que terminan dando pie al surgimiento de un nuevo ser, hecho que considero un logro poético de esta entrega. Todo esto da como resultado una cohesión que le da consistencia de “cuerpo” a todo el libro. Un cuerpo que se percibe singular, fabuloso, como el de un centauro.

Son interesantes además, las relaciones de poder que se establecen alrededor de la figura del caballo. La aparente fragilidad de la inocencia femenina, delicada, sofisticada del sujeto poético, se confronta con ella, con fuerza efectiva. El libro sugiere -con no poca ironía- que el padre esperaba un corcel y le llegó una yegua:

“Ella lo daba todo/ cuando había que cuidar el ritmo./ Era una carrera de cuatro curvas/ pero el jinete no podía apaciguarla/ exigirle”… “Murió/ y la abrieron:/ su corazón/ era dos veces/ uno normal”

El título, “Matacaballos”, podría hacer referencia a algo similar a un matasellos, como algo que viene con una marca registrada, particular, pero también se le puede adjudicar la acepción de “caballo”, como refiriendo a alguien de condición tosca y sin tino y el título con señas de querer acabar con eso. Finalmente se dice en uno de los poemas que Matacaballos era otra forma de llamar al que cuidaba estos animales, aparentemente porque no lo hacía de la mejor manera. Motivo por el cual a veces se perdía en las carreras... Esta relación conflictiva con los sujetos masculinos dentro del libro, podría evidenciar una voluntad de matar al padre, simbólicamente, posibilitando el nacimiento de este sujeto poético.

Otra característica que se constata, es el conocimiento del mundo de los hipódromos, por parte de quien enuncia estos poemas. La figura de los caballos en los establos, se ve extrapolada después al de estos lugares de apuesta y en el caso del sujeto poético, de reunión familiar, digamos en la tribuna. Esto revela también, el aspecto social del libro, que expone una imagen de una clase social acomodada (propietaria de la tierra y los animales), observada con una mirada ciertamente crítica, desde la óptica de una niña que forma parte de este escenario, básicamente como espectadora (más al ser mujer en un ámbito que se muestra eminentemente masculino). Este panorama familiar-social, se ve contrastado por la imagen de un animal que tiene una naturaleza que tiende a la libertad y la belleza, aunque existan presencias que lo quieran cercar, generando una tensión interesante de sentidos en el libro. Reveladoras en este punto, son las palabras preliminares a la última sección:

“Zoila era una yegüita fondera y ligera. Recontra corajuda. No le gustaba que la pasaran. Si le ponían más caballos más se emocionaba y mantenía su ritmo. Corría siempre adelante.”

Vienen a mi mente algunos poemas tras leer “Matacaballos” como: “Emociones del hipódromo” del amauta José Carlos Mariátegui, “Los caballos de los conquistadores” de José Santos Chocano, “El caballo” de José María Eguren, o en los 70s, uno de los mejores poemas del grupo Hora Zero, “Balada para un caballo” de Jorge Pimentel; entre algunos textos sobre caballos en el Perú, emblemáticos.

Los caballos de Ana Carolina Quiñonez Salpietro sin embargo, tienen otras peculiaridades, provenientes de la psiquis de un sujeto poético, consciente de los roles que históricamente han repartido los discursos de poder tradicionales en el Perú, propios de aquella arcadia colonial que hablara Salazar Bondi en “Lima la horrible”, no solo explotadora de la tierra, sino hegemónicamente patriarcal. Dicho esto último, por señalar algunos discursos que se hayan cruzados en el libro, aunque como dije, sorprende además por su propuesta estilística, enseñoreada por el conocimiento de primera mano, que se percibe la autora tiene de este mundo.

 

LAS BESTIAS DE ADENTRO

 

Temíamos que un caballo
se empotre
contra la casa.
Los pasadizos de tierra
y el extenso terreno
abandonado
de barro y charcos
se quedaban a oscuras
y con el silencio
irrumpían las historias.
Un preparador
enloquecido
que marcaba
la huasca
potrancas
y variadores
potrillos y capataces.
Todo le pertenecía
todo lo que se movía.
Entonces
mi padre aparecía
cuando ya habíamos
cenado
y hecho las tareas
limpios
y desparasitados
comprobaba
las orejas
las patillas
cortas
las uñas.

Así
empezamos a traicionarnos
y le entregábamos la cabeza
del autor de los vidrios rotos.
Acusábamos
al que tiraba su comida a los perros
al que no se llenaba nunca
y comía de las sobras de los peones.
También le decíamos la verdad.
La verdad de los moretones
y de las costras
de las costillas salidas.
Siempre sabía quién se orinaba en las sábanas
y quién dormía con la luz prendida
quién veía en el televisor
formas borrosas
personas montando personas
y todos recibíamos correa.

Así
intentaba decirnos
que nosotros no éramos sus hijos
que éramos su responsabilidad.

 


lunes, 14 de diciembre de 2020

“En el rabillo de mi ojo su sombra muta” (reseña sobre “Albión” de Victoria Mallorga)




“Albión” (Alastor, 2019), primer poemario de Victoria Mallorga (Lima, 1995) es un título que pareciera aludir a un lugar alejado del contexto cercano de la autora; pero conforme uno va internándose en el libro, se cae en la cuenta que al parecer a donde se ingresa es a un territorio muy íntimo. Este lugar interior que se expone aquí sin embargo, muda (o muta) en tantas formas, que pareciera que nos invita a otro mundo. Es decir, la alusión a Albión, que en primer término remite a Gran Bretaña, no es la misma Albión de este libro, sino el punto de partida del sujeto poético para llevarnos más bien a un lugar imaginario e impredecible.

Ya lo dirá desde los primeros versos del libro: “sala de espera/ última llamada,/ a la señorita desarraigo prendida de mi solapa”. Y al cierre del mismo poema: “última llamada para volver a casa”.  Es decir, el sujeto está en constante evasiva, el sentido del libro se va movilizando, lejos de dejarse atrapar por un discurso externo, normativo, que lo ancle.

El libro está separado en cinco secciones: “previas al aterrizaje”, “siguiendo la costumbre del amor erróneo”, “xxx-llámame”, “una pesadilla en el arco del siglo” y “acabose”, las cuales sugieren tener ciertas temáticas, pero que, en los poemas mismos, se disgregan.

Este viaje interior que pareciera se interna en las profundidades de su subjetividad, plantea desde diferentes planos, un espacio signado por el cuerpo, que se vuelve el hábitat general de estos poemas. Las sensaciones que este cuerpo experimenta, reflejan: pérdida, placer, vacío, sorpresa, asombro, libertad, sacrificio; los cuales se tornan palabra poética. Constructo de piel, carne y latidos. El proceso de esta poesía, por lo tanto, se siente en gran parte de forma orgánica.

Un viaje que, si bien plantea su universo en el cuerpo, este sin embargo, entra en tensión con un deseo de sentido ascendente:

“júpiter/ cantimplora en mano, decides irte sola a júpiter./ sabes que vidrio feroz recorre la atmósfera,/ pero ciñes una casaca y/ bajas templando la soga, sin mirar arriba”

Al final del texto, vuelve al espacio corporal:

“y a tu boca de júpiter ascendente, / que mantiene los vidrios/ que mantiene la aurora”

Por una seria de marcas textuales, se puede distinguir como uno de los aspectos centrales que trasunta el libro: la pérdida, el alejamiento de un otro que era parte constitutiva del sujeto poético. Este aspecto se resuelve poéticamente como despedida, vacío, recuerdo, invocación sagrada, que llama a las palabras, que se articulan conjuntamente en un ritmo, de flujo y reflujo entre el peso de esa ausencia y el deseo de emprender vuelo:

“así/ reconozco la atadura de tus manos al volante,/ el oro que brilla en tu sien, la ingravidez/ que te inunda cuando sabes que toso es tuyo/ más allá del horizonte,/ más allá de los planetas alineados a la espera,/ que todo lleva tu nombre/ y todo espera tu paso/”

Esta pérdida se percibe en el libro como vacío, que como dijera, se vive en el cuerpo. En ese espacio orgánico es que surge también otro tema que aparece y desaparece y el que también tiene mucha influencia, como es aquel del placer, el cual surge como expresión de libertad y apertura a sentir no solo de una forma, sino de muchas, como el combustible para seguir la aventura de esta escritura y no caerse cuando se abisma. El placer y el amor que se abandonan con tal intensidad que se vuelven signo que sobrepasa cualquier barrera convencional.

Si intentamos emparentarla con alguna línea de nuestra o de otras tradiciones poéticas, percibo que estas no son evidentes. Sin embargo, si podría adscribirse a alguna influencia que podría dialogar con su estilo encuentro a la de Jorge Eduardo Eielson en “La noche oscura del cuerpo” y en esa manera de metamorfosear el ámbito del cuerpo para sacarle nuevos sentidos. Otra poética que viene a mi mente también, es la de Alejandra Pizarnik, aunque como pasa con Eielson, no la determina, así como el Oliverio Girondo en su “Masmédula”. Ya en los entre los poetas locales más contemporáneos percibo algunos elementos similares a los de la producción de Andrea Cabel en esa relación entre cuerpo-ausencia-intensidad, aunque como dijera, desde una voz personal.

El libro termina con uno de los mejores textos del conjunto, titulado “homínimo”. Este poema funciona casi como un arte poética, en él, Albión aparece como un lugar al cual llegar, (¿cómo el espacio de la utopía?) Que similar a la Albión en Gran Bretaña, al verla de lejos, solo se la alcanza a distinguir como una alta pared blanca tras la gigantesca niebla, pero conforme se va avanzando, (como en la lectura del libro) esta va dejando ver el cuadro de su verdadera figura.

 

homínimo

 

después de todas las letras
albión me envía un cuadro

está hecho
me dice
con los colores más tangibles del mundo

el bermellón me asga el vientre

                  y en la caída
                                la nostalgia que corrompe mi sangre exhala

la verdad es que en cualquier esquina
de lo irreal se asoma
en el rabillo de mi ojo
su sombra muta
y mientras mis manos dibujan mi cuerpo
su peso se insinúa en mis sábanas

albión
no necesita un cuerpo
para besar mis manos
su boca toca las notas
que me envía desde el tiempo
si culpamos a alguien
que sea inexplicable
que el crimen del siglo se incruste        en mi vintre
condenada si permanece,
condenada si se arrebata

albión
cualquier piel en cualquier lugar del sueño

donde se hace mito
se hace llaga

 


 

 


 






lunes, 7 de diciembre de 2020

“Ignoro el significado de tanta música, aunque intuyo que ha nombrado el cielo” (Reseña sobre “Monólogos desde Babel” de Mateo Díaz Choza)

 



“Monólogos desde Babel” (Alastor, 2020) de Mateo Díaz Choza (Lima, 1989), es un título que remite inmediatamente al libro del Génesis de la Biblia y a las muchas voces provenientes de la mítica Torre de Babel. Esto adelanta la posibilidad de encontrarnos con una propuesta en la cual intervengan planos polifónicos, enunciados desde la primera persona de varios monólogos. Luego uno revisa el índice y se percata que los títulos siguen “aparentemente” el orden cronológico del: nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesucristo; y uno se pregunta ¿Tendrá que ver el conjunto de estos poemas con este devenir que uno deduce tras esa primera mirada? Este marco temático genera el primer juego textual que establece el autor con el lector, pero que posteriormente, en el despliegue discursivo poético que planteará, se verá desbordado, por la diversa procedencia de las voces, que se dejan oír en el libro.

Tras la lectura del primer poema, “Ora, cero”, uno encuentra un espacio arrasado por la oscuridad, la cual ya ha sido colmada, dejando solo un intersticio de luz en ella, como apertura hacia un nuevo lugar. Ese viaje sobre la desolación de un mundo destruido buscando reiniciar, me recuerda mucho a Tierra Baldía de T. S. Elliot. Libro que, por cierto, lleva una Babel en su configuración, que no se apura en dejar atrás ese lugar devastado, sino que se apoya en esa cartografía de lo destruido para plantear un mundo con una cara que evidencie esas grietas, esa destrucción, esas heridas, como marcas de lo que cargaremos de ahora en adelante. Escenario siguiente tras la disolución de los ideales de la ilustración y el proyecto moderno.

Es en este repaso de ciertas influencias, que uno puede identificar entre líneas, rastros escriturales fundamentales dialogando con la voz que articula este poemario. Pasa en “Censo de Herodes”, donde se perciben las huellas del “Lluvias” de Saint John Perse y esa alusión a la fuerza vital de una naturaleza primitiva, incontenible, que se torna lenguaje, así como el uso del versículo presente en buena parte del libro. Cito una parte del mencionado poema:

“Soy barro interrogativo sedimento obrado por las manos indiferentes de la geología. Soy un nombre suspendido entre la ola que parte y la ola que retorna”.

Conforme uno va internándose en el poemario, se percibe que el sujeto se apropia de la historia bíblica (pienso en el uso parecido que emplea Vallejo en su primera producción en relación con Belén y Bizancio en sus desplazamientos entre el tropo del campo-hogar a la ciudad-intemperie, estudiado por José Bazán) poco a poco, para liberarse de la circunstancia de estar únicamente en Judea y recalar en otros contextos, evitando con ello, limitar el campo de expansión poético.

Como si se habitara el templo no solo para orar y venerar a Dios, sino para plegarse a lo múltiple y diverso, siempre partiendo de un yo, que se filtra entre diferentes discursos. Pienso en “Anunciación de Catalina” y esa manera de intercalar lo bíblico con lugares más cercanos al poeta:

“…desde el cuenco del oído mientras oyes valparaíso coquimbo nombres nuevos que nada te dicen y te preguntas cuándo acabará este mecerse sobre las olas algún día/ habrás de comprender lo que esconde esa línea en el océano pero ahora el sol matinal entibia tu cuerpo la fauna marina se incorpora y nada hay que anuncie tu oscura progenia”

No estoy seguro si el término sea “reescritura” o para ser más precisos “recreación”. Me parece que en el libro hay más de lo segundo. El simulacro de una estructura previa muy bien posicionada, que en el poema se descoloca en una nueva posición, más bien impredecible, producto de la expansión del lenguaje, desatada por el ritmo, marcado por una libertad que arriesga, proponiendo instantes de descontrol (conscientes) que paradójicamente repotencian la propuesta general. Bien dirá en uno de sus poemas:

“Los gestos que pronuncies, los delirios que esboces, son también parte de la obra”.

Hay una apertura a nuevos lenguajes, ahí radica gran parte de la alusión a Babel. Ese encuentro frente a lo no sabido, frente a lo no conocido, refleja una actitud metafísica, muy vallejiana (vienen a mi mente los famosos “Hay golpes en la vida tan fuertes…Yo no sé” del poema pórtico de “Los heraldos negros”). Mateo Díaz nos plantea una relación con lo no dicho, con el silencio, de forma personal. Por ejemplo, frente a la contemplación de una pareja que habla en un idioma que no es el suyo, en “Prefiguración de Babel”:

“Ignoro el significado de tanta música, aunque intuyo que han nombrado al cielo”

O cerrando el mismo poema:

 “Nada responde: mediodía: graznidos de pájaros”.

“Monólogos de Babel” está habitado por lenguajes poéticos de los escritores que ya mencioné, pero además por Charles Baudelaire, Artur Rimbaud, Ezra Pound, Rodolfo Hinostroza, Jorge Eduardo Eielson, los mismos textos bíblicos entre algunos de los cuales pude percibir su presencia.

Todo esto revela en esta entrega de Mateo Díaz, un sujeto poético que piensa la realidad desde su posición de lector. Las voces suelen emerger desde el plano escritural y culto, no tanto desde el oral popular, digamos, no desde el conversacional en su uso convencional. En “Bajo continuo”, dirá:

“Puede que un día amanezca y te encuentre leyendo, conjuro para arrancarle unas horas al alba. Una luz incierta a la intemperie, el rocío que gotea en hojas y tallos, el alborozo de los pájaros. Contra toda lógica, cada mañana se congregan en la ciudad para entonar sus conversaciones y celebrar la retirada de las sombras”

Volviendo al tema de la estructura del libro, como dijera arriba, se presenta una cronología que corresponde a la vida de Jesús. Esta se ve intercalada por diferentes monólogos, como: Monólogo de Mateo, Monólogo del Nazareno, Monólogo de Iscariote y Monólogo del extranjero, en los cuales se entrecruzan diferentes dicciones y circunstancias propias de la vida de cada sujeto histórico referido, con las impresiones particulares del sujeto poético que articula el plano general del conjunto. Por ejemplo, en el Monólogo del Nazareno, cuando la parábola es intervenida por la idea del libro como un producto cultural en la lógica de producción capitalista y los agentes que la conforman:

“Dos veces pobre es el hambriento que me escucha, tres veces el que me lee desde un papel o una pantalla –será más fácil para mis editores pasar por el ojo de una aguja que para para sus imprentas escapar del juego del infierno”

O en el Monólogo de Iscariote, la sintaxis se torna diabólica, hechura surrealista:

“…dones las palabras y las hormigas me guían galgo las gramáticas las diacríticas arrastran su cauda negra por el suelo empapelado y abandonan el retiro de mi boca me halan me jalan hacia el ruido por fuera de casco uterino…”

Muchas son las voces, pero un sujeto que las dirige. Al hacerlo, este se apropia de ellas, en un libro que constantemente se muestra como un arte poética, la recreación de un libro mítico, un taller de diferentes estilos poéticos, una sala de ensayos musicales y muchas más posibilidades, que no se agotan en una sola lectura.

 



lunes, 23 de noviembre de 2020

“Yo era una road movie” (reseña sobre Tequilaprayers de Julia Wong Kcomt)

 


El escenario general de Tequilaprayers (Paracaídas, 2017) de Julia Wong (Chepén, Perú, 1965), se ubica en México, el cual está habitado por muchas presencias, que se corporizan en el libro, aunque las alusiones también remiten a otros países, como si habláramos de una road movie mexicana internacional. Y es que esta poética nunca puede quedarse quieta.

El libro revela desde el título una hibridez que en su obra, no representa una característica más, sino el punto de partida que determina su poética: la búsqueda de una identidad y forma, por parte de un sujeto, al interior de su genealogía familiar mestiza, dando como resultado un ser singular, un bello y querible monstruo o alien intraterreno. Una poética del extrañamiento se da aquí, que se manifiesta como algo cotidiano, desencadenando el absurdo en muchas ocasiones.

Tequilaprayers, como reza en su título, alude a la bebida alcohólica del país de Frida Khalo, algo así como “oraciones de tequila” o endechas de amor mexicanas. Me imagino al sujeto poético cantando entre rápidos y sucesivos shots de tequila con golpe de vaso:

“Tu ausencia hizo posible mi vida cuarteada de desagüe, tan rota como la vereda y tan amarga como un café preparado con desidia./ Este periplo de gorgojo y estas canciones lejanas de Portugal./ Sé que se miden las piedras con laberintos mentales./ Sentada con el culo helado entiendo que Epicúreo podría tener una respuesta a la blancura de la espera/ Nadie llega/ Empiezo a caminar sin dirección.”

¡Salud! El sujeto poético avanza con paso inestable. Un ritmo sonoro y conceptual que se marca en esa falta de definición, que provoca germinación constante de disparos con pistola de charro y mirada enigmáticamente asiática, las balas de su basamento Real. Fuertemente enraizado, como dije, en la relación que establece con su origen no identificado (alien intraterreno compuesto por muchas culturas), como principio kármico, de la consecuencia de estar vivo y sus avatares; pasados, presentes y futuros. Transformación constante: “Y la otra mitad de mi cuerpo ya no es piel, es luna”.

Además de la identidad esquiva y mutante de esta propuesta, y en general de toda la obra de Julia Wong, también está el tema del amor y el erotismo en Tequilaprayers. Se suele establecer diálogo con un sujeto masculino, como padre, hijo, esposo, ex esposo, como aquel establecido en una relación de amantes en escenarios extranjeros, en alcobas que también expresan otras realidades culturales distintas a la peruana, como el devenir de una flaneur del mundo. Por ejemplo en el hermoso poema, “León acostado en la jaula abierta” podemos ver este tratamiento del erotismo, que resalto, el cual detenta un espacio de mucha satisfacción, potencia y a la vez sutileza y creatividad:

 

“Meto mis dedos en tu pelo, liso y lino como el aceite que me enjuaga en la oscuridad más amplia de este deseo”

O en, “Esperando a los griegos”:

“Todos quieren destruir el amor para construir un reino nuevo/ Pero yo espero, Agamenón, yo te espero aún”.

El sujeto poético en su viaje tras sus orígenes y en lo diverso de lo humano, buscando quizás un reflejo, algo de que atenerse para generar una identidad, establece una relación interesante al ocupar el papel de madre, en el sentido que la hija aparece como proyección de esta, como si fuera su doble, la cual duplica su deseo que poéticamente hablando, es el suyo también. La obtención de aquello que se busca, la llegada, se materializa en la hija, consecución que sin embargo se dará de forma momentánea, ya que luego ella partirá, como la madre lo hizo, generando una tensión que desencadenará seguramente más traslados posteriores. Esto se halla presente en varios textos, como en, “Intento de clavar un yak disecado en la pared”:

 “Tu hija, la que ya no recuerda que lamió tu placenta salada,/ Sólo tiene ojos para el yak colgado, muerto, y espera que cierres la puerta de su habitación/ Para que ella pueda escapar por la ventana”

Esta voz se remite a presencias cercanas a ella, en muchas ocasiones las llama por su propio nombre, no como refiriéndose a personajes famosos. Eso le da un carácter íntimo a este libro pero presentado con una gran intensidad lírica, el cual aparece con un ritmo verbal alucinante, que puede alternar lo conversacional con lo barroco, pasando por el intercambio de expresiones dialectales provenientes de diferentes lugares, así como la intercalación de diferentes idiomas en algunos textos. Ello revela toda la riqueza técnica de la cual dispone Wong Kcomt, en una entrega de madurez y consolidación, dentro de su ya extendida obra. Libro que termina con una pregunta que puede penetrar en el corazón del mismo y de muchos pasajes de su obra: “¿Dónde se ha metido mi madre mientras yo la espero aún?”