“Hospital del viento” (México: Proyecto
literal, 2017) de Paul Guillén (Ica, 1976) es un título que evoca lamentos, cuerpos
dolientes que emiten sollozos, gemidos, como chillidos de jabalíes perseguidos,
huyendo para no ser devorados.
La animalidad de este sujeto poético evita la idealización, la domesticación por
parte de la cultura, que suele controlar todos los ámbitos del individuo, dominándolo,
juzgándolo. Por supuesto también el que atañe al cuerpo. Dirá el poeta en un
pasaje: “el jabalí logra escaparse del cuadro – y corre por los pasillos – los
guardias y los visitantes tratan de agarrarlo – pero el jabalí se resbala con
sus patas – y corre más rápido – se escabulle, gruñe y muestra los colmillos”.
Se percibe lo primitivo, lo originario, que busca sentir al mundo sin
mediaciones, a través de los sentidos. Se afirma en esa evasión de la realidad.
Pero el mundo exterior lo cerca y atrapa; y su cuerpo siente el rigor, como una
condena. Ahí nace el lenguaje, que lo torna en criatura salvaje. Condena que lo
expulsa del paraíso. Adán, conoce la maravilla de ese mundo primigenio, pero a
su vez sufre ese desamparo. Guillén dirá en otra parte de HDV: “Siento que voy
a reventar de tanto alcohol, pero mi ojo neblinoso aún sigue viendo tu rostro,
perdido como Adán en la nada”.
Esa relación con lo primitivo, encuentra su poder de influencia en lo
primigenio, expresado en imágenes que se expanden desde el mundo natural. Allí
resuenan alguna poéticas, como las de: “Thalassa oh Thalassa” de Haroldo
Campos, “Las Comarcas” de Juan Gonzalo
Rose, “Imágenes de Crusoe” de Saint John Perse, en aquello que atañe a la
naturaleza como espacio originario de seducción y gestación continuas. Perse
por ejemplo, dirá en un pasaje algo que me recuerda HDV: “El lienzo de muro
está enfrente, para conjurar el círculo de tu sueño. Pero la imagen lanza su
grito. La cabeza contra una oreja del sillón grasiento, exploras tus dientes
con tu lengua: el sabor de las grasas y las salsas infecta tus encías. Y sueñas
con las nubes puras sobre tu isla, cuando el alba verde crece lúcida en el seno
de las aguas misteriosas”
“La imagen lanza su grito”… Lo mismo sucede en “Hospital del
viento”, donde los textos se presentan desde sus diferentes elementos, como
cuadros sobre las paredes de este nosocomio, que termina fungiendo como un museo, donde se exponen
estas imágenes en forma de escrituras
(verso, prosa, ensayo) o fotografías, con tomas de cuerpos intervenidos,
violentados (sexual, política, cultural, lingüísticamente).
Dentro de la relación que se establece con la naturaleza como espacio de fuerza y poder auténticos, es que figura entre otros, el universo andino (donde Gamaliel Churata también interactúa con su poética), como un lugar constante en la obra de Guillén, con intermediarios como el zorro o el puma (que también figuran en otros libros suyos. Viene a colación el emblemático poema “El inca negro” de su libro “Historia secreta”) todo un tema que entra en consonancia con otros referentes, digamos clásicos, y que configuran su universo poético.
A este punto puedo identificar tres temas centrales, signados por la relación “naturaleza- fuerza primigenia“, “cuerpo intervenido” y el tema de “la guerra” (relación con la realidad como con una guerra) desde los cuales el libro se va desarrollando.
Esta guerra se realiza en la jungla de la naturaleza, pero también en una de cemento.
El sujeto poético por tanto, está expuesto a desaparecer en cualquier momento,
ahí radica parte del meollo del significado del viento, y su capacidad de
arrasar lo que aparece en su camino.
El sujeto frente a esta realidad tan fuerte, aparece
afectado, corporal y simbólicamente. Esta afectación se dinamiza tras los
efectos del alcohol y las drogas. Es un dejarse llevar por el viento hacia
lugares impredecibles. Poética que remite a otros referentes de nuestra
tradición como “Amanecidas violentas de mundos” de José Pancorvo en sus desvíos
controlados.
Se genera una especie de destrucción/ regeneración, a través
del sacrificio: “¿Qué es la belleza?, y no puedes mejorarla como frase, pero
esa es la realidad: chocar con la belleza de una manera horripilante” o este
título de otro texto de HVD en el mismo tenor: “LA HISTORIA DEL PERÚ SE
RESUMIRÁ A COMO SE DESTRUYE UN POETA”.
Uno de los aspectos que caracteriza la obra del
Paul Guillén es ese estilo, bronco, sucio, que se contrapone a lo que la poeta
Victoria Guerrero llamara como: poesía higiénica. Más bien va contra ese estilo
pulcro y cuidado. La de Guillén es una poesía salvaje, con líquido amniótico
encima, sangre, semen, sudor. Esto es casi marca registrada de la misma. La
imagen chilla y escapa del cuadro.
Es a partir de esta poética bronca, desplegada a través de una selva de signos,
que se desarrolla también, la propuesta neobarroca de Guillén. Una germinación
y fuerza similar por momentos, a la del rioplatense Néstor Perlongher en su
conocido “Cadáveres”, que se puede percibir, en la multiplicidad de referentes
empleados y la relación que se establece entre circunstancias citadinas con
léxico culto por momentos, que signan unas de las líneas más identificables de
la obra del autor de “La transformación de los metales”.