lunes, 9 de noviembre de 2020

“Habla baobab poesía” (reseña sobre “a tientas” de Carolina O. Fernández)

 


El aroma del árbol de Guarango y el familiar sonido de una rokola llegan hasta la máquina de escribir de Carolina Fernández (Lima) para -dicho vallejianamente-, dulcificar las palabras iniciales de este recorrido de “a tientas” (Vagón azul editores, 2018). Si algo puedo distinguir con nitidez en la partida, es la nostalgia que trasunta esta poética. Nostalgia que es su esencia, así como las reminiscencias que se desprenden de esta. Ella aflora cargada de una visión finisecular del mundo, cambiando de pieles de fines del siglo XX a principios del nuevo siglo. Esa mirada de transición resulta interesante, pero no es el único enfoque a resaltar, como es el caso del viaje poético realizado a través de una realidad cultural heterogénea, tocando diferentes problemáticas desarrolladas en clave de poesía.

El libro se divide en cuatro secciones: 1. “con los ojos vendados” 2. “coloraturas de mi onqoy” 3. “cronopio olvidado” y 4. “amorelados”. Las tres primeras conformadas por poemas y la última por relatos. Si, los títulos en minúsculas, quizás remarcando conscientemente, una poética que busca la naturalidad, antes que la pretensión estilística; la solidaridad con lo humano alejada de los pedestales.

Al inicio, los recuerdos llegan sutilmente, como el aroma natural de un bosque y llegan aquí a través del viento, que silba una melodía. Su viaje viene desde un lugar tan lejano, que el sonido llega como en chisporroteo tras ser reproducido en diferentes vinilos: Chabuca Granda, un huayno o la voz de Luchito Hernández leyendo sus poemas. Algunos temas que el lector puede hallar tras escuchar la música que sale de esta tornamesa. Tomando esos nombres de ejemplo (son muchos más con los cuales dialoga) se pone en evidencia también un poemario que expresa la diversidad de sus influencias: sociales, étnicas, musicales, poéticas, filosóficas:

“llevo una pluma y hojas negras/ para contar los sueños que recojo/ aire voluptuoso de las nubes/ veo entonces a domitila chúngara a clarice/ linspector a edith sodergan/contagiadas de los cantos de la bella chuquisuso”

Ese paso de una etapa anterior, en la cual se manejó con mayor naturalidad, para virar a una nueva en otro tiempo, tan ajena por momentos, obliga al sujeto poético a avanzar a tientas. Como si las circunstancias de cambio lo regresaran a una situación de poco dominio técnico, similar a la de la primera infancia en la cual cada paso es un reto para poder asir el mundo. Dificultad en primer término, pero a la vez gran asombro frente a la otredad, por ejemplo en este fragmento donde parece darle voz a un vendedor de celulares:

“¿quién no tiene dentro del celular una micro SD? Esta memoria chiquita insignificante es la causante de que usted puede bajar al celular sus canciones usté puede bajar las fotos jamás imaginadas ringtones que hacen brincar al corazón usted es arquitecto  puedes bajar divertidos planos”.

Hay una sumersión en lo popular en muchos pasajes del libro, como buscando darle voz a esas presencias subalternas con las cuáles también comparte una realidad. Por lo tanto, por momentos, se nota un trabajo de carácter sociológico en el libro, dirección que habla de la versatilidad del lenguaje poético aquí presentado, el cual no solo se agota únicamente en lo estético, sino que expone una posición crítica madura.

Lo lírico se intercala con lo narrativo y otros planos discursivos. “A tientas” narra una historia sobre el imaginario de este sujeto poético. En él se hallan muchos relatos de diferentes especies: canciones, consignas políticas, incluso alusiones familiares, aproximaciones étnicas culturales diversas. Expresión del constructo étnico social heterogéneo en el que vivimos como peruanos, pero también como ciudadanos del mundo, que se ve expresado aquí:

“un baobab un continente/ andar calmo y bondadoso/ andar de río/ aplausos/ multitud en tus calles baobab/ multitud en tus calles baobab/ multitud colmada de espejismo/ multitud courage!/ es un río la calle/ nicomedes un río humano victoria/ un río santa cruz”

Se da el ingreso a un mundo por conocer, al cual se ingresa a tientas; por respeto,  pero también por un desconocimiento primero, de ese hábitat ajeno. Esa otredad tiene tal profundidad, está tan alejada de la superficie de los prejuicios evidentes, que exigen pasar por una oscuridad que poco a poco va develando lo que hay en ella, como encuentros tras el paso por una interminable cueva o fondo submarino abisal. Para acceder a ese fondo, hay que realizar un acercamiento a través de la empatía, necesaria para acercarnos al otro de manera plena, y de esa forma poder verlo realmente; en tanto individuo, como miembro de una comunidad cultural, que busca mostrarse en todas sus manifestaciones:

“con un cigarrillo entre los labios/ lucho barrios y lucho hernández comparten/ un café y ventanas solidarias/ hablan de la gioconda latinoamericana”

En el mismo poema dirá estos versos reveladores:

“en los pasillos del fondo de la casa/ la verdad a tientas amanece/ en el fogón de la ternura”.

A ese cálida llama de la ternura familiar es a la que se vuelve en la parte final del libro, generando una sensación de entrada y salida, que va por ese mundo interior profundo y desconocido, como un sueño, hacia aquello que se revela en el exterior, como un despertar.



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