Lo literal en
“Abro el miedo” (Hanan harawi, 2019) de Teresa Orbegoso (Lima, 1975) tiene que
ver con esa apertura señalada en el título, en el sentido que más que ocultar a
través de un ropaje de palabras, se busca desocultar, nombrar una verdad
poderosa. El sujeto poético ante el miedo a la muerte, en principio. Nombrar,
como punto de partida para ingresar a una historia íntima, personal, pero
también colectiva.
El lenguaje empleado en este libro se ajusta mucho a lo conocido como el poema
en prosa. Lo poético aflora desde lo narrativo y es intervenido por esa voz
inevitable del miedo literal, que difícilmente puede ser simbolizado. Esto se
fundamenta según mi parecer, en esa necesidad de contar algo verdadero, que sea
claramente expresado por parte de este sujeto. Esta literalidad es el portal de
ingreso para acceder a la trama simbólica heterogénea (multicultural) que se
articula a partir del miedo. El poema en prosa se sabe, se fundamenta en la
búsqueda de una expresión que no se encasille en el marco definido por un
género, llámese “lírica” por ejemplo, para desarrollar diferentes discursos en
un mismo plano textual.
El sujeto poético entabla un diálogo con el texto de la poeta danesa Inger Christensen
que aparece en el pórtico del libro, que desencadena el ritmo de este “Abro al
miedo”, en esa necesidad de existir, frente a la posibilidad inminente de la
muerte. Se inicia de la siguiente manera: “Sí Inger, el agua bendita de Santa
Rosa de Lima existe/ La fría herida detenida existe/ con los mechones del
cáncer arrancados existe/ Teresa Orbegoso existe”. La referencia directa al
nombre y apellido de la autora, señala el origen y destino de esta poesía: La
vida más allá de lo literario. Miedo descarnado. Y en ese deseo que sobrevive a
la tensión de este sentimiento, “los instrumentos médicos” de esta poesía y el
arte para ser empleados.
Esta circunstancia propicia el surgimiento de este mencionado miedo, que se
manifiesta en imágenes relacionadas con la enfermedad, el cual presenta un eje
que articula todo el libro, desplegado a través de todo un viaje por sanar por parte del ser de
esta voz. Para ello el sujeto poético es intervenido en estas estaciones con
las cuales se nombran los diferentes títulos de los capítulos que lo componen: Cirugía,
Herida, Sutura, Cicatriz.
El cáncer es personificado y éste deja muchos mensajes y conocimientos sobre el
sujeto, como el portavoz de males atávicos sufridos por él y su entorno más
íntimo. El cáncer en esta poesía, es algo o alguien, que regresa del pasado
remoto. Es la enfermedad con toda su literalidad, pero a la vez es el detentor
de un saber profundo, sobre ese ser que se “abre al miedo”. La enfermedad no
solo tiene una fisiología aquí, sino una simbología. La historia de lucha de
este sujeto. No solo puede quitarlo todo, sino ofrecerte una revelación: “La
enfermedad se extiende sobre tu vestido como una mancha de aceite con la que
deberás luchar. A la vencedora se le dará una revelación y se le dará también
una pureza nueva y al interior de esa nueva pureza como una luz intermitente,
un canto que nadie conoce sino sólo la que lo recibe.”
Hay un vínculo con el
pasado, a través de la memoria, como un espacio reconstitutivo del ser. Esta
reconstitución siempre apela a un nosotros del cual provenimos. Este sentido
que se evidencia en toda la obra de Orbegoso, en este libro se extrema en tanto
que el cáncer, le da una cara a eso que su sujeto poético siempre tuvo al
frente, pero que no se pudo identificar de forma tan visible. Todo esto al
punto que las circunstancias más imperceptibles por nuestros sentidos, se
iluminan, interactúan, salen a flote, como es el ámbito celular: “y sólo
pudiésemos percibir la microscópica respiración de las bacterias/ microscópica
como la danza de los parásitos en nuestra sangre/ y las vibraciones de nuestros
glóbulos rojos,/ como el paso lento de los invertebrados tardígrados/ como los
granos presolares de los meteoritos/ como la soledad del electrón en el
hidrógeno/ ¿qué hago con estas piedras?”
Yo creo que en este libro, Orbegoso, consigue alcanzar lo que ya empezara a
delinear en Yana Wayra y en Mestiza como un proyecto, y que aquí toma cuerpo y
sustancia: un sujeto desplazado por su subalternidad social en un contexto que
no reconoce su fuerza originaria proveniente de los antiguos pueblos que
habitaron estas tierras. La búsqueda de una esencia a través de las palabras,
se manifiesta de forma contundente en esta entrega. Con una urgencia que
presenta una gran afirmación, más que una interrogante.
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