miércoles, 31 de julio de 2024

Palabras de Gabriel Espinoza para presentación del poemario “Bus de la energía pura”

 


PALABRAS PARA LA PRESENTACIÓN DEL POEMARIO “BUS DE LA ENERGÍA PURA” DE PABLO SALAZAR CALDERÓN

FERIA DEL LIBRO DE LIMA 2024

Por Gabriel Espinoza Suárez


                                             

Si comparáramos verdaderamente el libro de Pablo con alguna otra cosa, este libro suyo sería un cassette con música de Vangelis y Jean Michel Jarre y de contrabando una buena canción de la Sonora Matancera de Cuba. Así tendríamos Oxígeno, Carros de fuego y Ay cosita linda, juntos. O mezclados. Todo grabado artesanalmente, pirateado, como en los 80.

Pero desde otro punto de vista este libro también podría ser un vinilo, de esos que tienen lado A y lado B. Específicamente un álbum en la línea de Ziggy Stardust de David Bowie, es decir, conceptual, espacial, extraterrestre y apocalíptico, aunque con sus diferencias. Después sabremos por qué. También este libro podría ser la nave espacial que diseñó el sabio peruano Pedro Paulet, conocido antes porque era el nombre de una academia premilitar y ahora porque su rostro aparece en los billetes de cien soles. También este libro podría ser equivalente a un viaje a ras de la Vía Expresa, desde el punto de vista del copiloto de un ikarus ochentero. Atrás de la cabina del conductor había un sitio estrecho, recordarán, en el que un adulto no podía estirar las piernas, pero estaba bien para un niño de nueve años. También había un carrusel en el medio de los ómnibus acoplados, con una cortina que parecía un fuelle o un acordeón, que giraba y giraba. También se me antoja que el libro de Pablo es equiparable a un instrumento musical (un saxo) envuelto en papel de regalo. El papel regalo es colorido, infantil y está ilustrado en base a ciertos patrones de naves y automóviles vintage.

Cada lector es dueño de leer este libro como mejor le parezca. Yo soy un lector cualquiera, un amigo de Pablo y les plantearé brevemente mi forma de leer, sin pretender nada con eso, simplemente compartir mi lectura y animar a los demás a leer a Pablo de la manera más gozosa posible.

Mi lectura consiste en pinchar los poemas de Pablo.

Si su libro es un vinilo y el lado A del poemario de Pablo se llama BUEN VIAJE, IKARUS 10. Entonces, el lado B se titula SE ESTRELLAN EN LA NIEBLA. El lado C se llama ENATRUS A LA VELOCIDAD DE LA LUZ. El lado D se titula EN EL GARAJE DE DELOREAN. El lado E se llama ACOPLE EN EL MAR DEL COSMOS y el último lado, el lado F, se llama POSCRÉDITOS DE UNA VIEJA PELÍCULA EN EXPANSIÓN.

Pero antes de pinchar este vinilo, les pido que consideren el poemario de Pablo como un todo coherente y cohesionado. Todos los poemas están ensartados como cuentas de un collar en torno de un solo tema, es decir, responden a una sola bella obsesión. Pablo tiene sus ideas fijas, como todo poeta. Jorge Eduardo Eielson tiene sus nudos, Vallejo a Dios, Carlos Germán Belli al hada cibernética, entre otros.

El tema de Pablo es la nostalgia. Este es un libro sentimental, juguetón, irónico e insólito. A Pablo le gusta el transporte público vintage y las aeronaves espaciales diseñadas antes de la caída del Muro de Berlín. Por eso hay naves soviéticas, no rusas, como el Sukhoi, que ahora mismo utilizan los ucranianos en su guerra contra ahora sí la Rusia de Putin. También hay escarabajos Volkswagen, lanchones Ford Falcon y ómnibus escolares. También hay combis e Ikarus, que algunos llaman bussings nunca supe bien por qué razón. Hay que decirlo también: hay un auto con alas de gaviota, llamado DeLorean, el mismo que aparece en Volver al futuro, la película ochentera de Robert Zemeckis, donde actúa Michael Fox.

Pero veamos qué nos trae el primer surco. Voy a leer el poema que aparece primero ante los ojos del ordenado lector.

"Nunca quise la energía de este planeta

tampoco ser un escarabajo abandonado en una playa con la carrocería repleta de stickers del mundial 78

por eso me retiro a ese descampado cubierto por envoltorios de golosinas y botellas de cervezas

para ser esta chatarra rabiosa

que olvida."

Técnicamente el poema es un bodegón. O como dicen los especialistas una écfrasis. Podemos imaginar la imagen: el cielo gris de Lima, una playa cualquiera y en la orilla un pampón de desechos. Una acuarela. Hasta puede haber gaviotas. En ese sentido, algunos tramos de la Costa Verde podrían parecerse. Desde otro punto de vista, este poema –que se titula País autobot, ojo- tiene un aire al célebre poema “Una carretilla roja” de William Carlos Williams. Solo un aire. Y es que Pablo es un poco imaginista, lo sería cien por ciento si quitara toda referencia personal en sus textos, pero no es así.

El poema de William Carlos Williams es este:

"tanto depende
de

una
carretilla roja

vidriada con
agua de lluvia

junto a las
gallinas blancas."

 

Carretilla y escarabajo están tirados a la intemperie. Pero la imagen de William Carlos Williams es casi rural, mientras que la de Pablo tiene de todo lo urbano limeño posible, auto, calcamonías, basura, chatarra. El poema de Pablo es posible en el Apocalipsis Industrial de una megaciudad como Lima, está sobrecargado, triturado, siniestrado de cultura; mientras que el de Carlos Williams es solo un ingenuo objeto que alguien dejó tirado, quizá momentáneamente, en un pequeño pueblo. Un perro negro en un prado verde. Además, es breve y sutil como un haiku.

William Carlos Williams muestra un pequeño desorden en el paisaje, es decir una carretilla roja en el contexto del gran orden de la naturaleza. Es casi un adorno. En cambio, en el poema de Pablo el paisaje es el desorden, el paisaje es el caos urbano. Además, la voz que leemos y escuchamos es la voz figurada de un automóvil. Un auto injuriado por la vetustez, por el abandono y rabioso por la horrible energía de este planeta limense. Nada que ver con los haikus. Este poema es urbano y disconforme, como diría Jorge Pimentel, aconchesumadrado. Fijémonos en el título del poema, como dije, del primer poema de este libro. País autobot. Perú, ya no al pie del orbe como quería Vallejo, sino Perú al borde de un acantilado formado por desechos y escombros.

De aquí en adelante, en su libro Pablo moverá muchas imágenes ochenteras, recubiertas de pátina vintage, nostálgicas, pero no cursis; irónicas, pero no burlonas. Ahí está el detalle.

Entremos en onda, que el DJ tiene buen pulso. Como en “Oxígeno” de Jarre, imagínense esta escena:

“Cruzó la Vía Láctea

en diferentes vehículos

en una misma cabina

A millones de nudos

por el mar del cosmos

(o a mínima aceleración…

para mejor mirar la nebulosa de las colisiones)”

 

Y esta, como en Carros de fuego, de Vangelis:

“Esa combi se detiene

cuando el tráfico empuja

como el pie de un gran robot

Se pierde oxígeno

Las bocinas encienden clamores

Pero ese minibus no se resquebraja

Reta a aquellas luces

exhibiendo sus abolladuras

Reta a todo ese metal

a que venga

y diga

qué busca con sus pasajeros.”

 

A lo largo del libro, Pablo acompaña el viaje de las máquinas vetustas con invicta energía pura. Pablo mezcla el murmurio de las chatarras rabiosas con los ayes eufóricos y jubilosos de los pasajeros. Se escucha en los altoparlantes una voz abismada en emociones, en otras ocasiones es una voz informativa, como en los aeropuertos, en otras es un coro, como en el estadio de fútbol, o una conversación entre un piloto y un controlador en su torre. O como el poema que ahora leeré puede ser una voz lírica en medio de la Avenida Abancay posindustrial.

“Sube

las aguas ocuparon el universo entero

[Es decir,

entre el Callao y Villa María del Triunfo]

Sube

Barranco fosforece

como una luminosa fonda

Sube, sube

Restos de naufragios

campean entre restos de buses

y aeronaves

Sube, te ofrezco mi desdén

Como un ómnibus de plata

alejándose de tu paradero

La soledad de este barrio es mía

astronauta lector

Sube

El pasamanos exterior

espera la mano que no extendiste

para tomar esos manuales

con pentagramas premiados

en concursos nacionales de poesía

sino aquella

a la deriva

tras perder balance fuera de la nave

sorteando curiosos contextos

Sube, te prometo el aire

No te engaño

te ofrezco el quiasmo

el oximorón

la contradicción

como semillas chispeando en esa salinidad

Como Lucy en el cielo con diamantes

Como un animal que tiembla

antes de lanzarse sobre ti

Eternas aperturas

Son tuyas

En estos mares del cosmos.”

 

Por cierto, este es el poema que me gusta más de todo el libro.

Pero acá nadie quiere excederse en emoción, nadie ha empezado a explicar nada, nadie va a dar lecciones a nadie, solo vamos a gozar con este libro y abismamos en sus imágenes. Por eso, voy a hablar de Oscar Santa María Huertas, el Ziggy Stardust de Pablo Salazar o de Carl Salazar o de Aladin Salazar.

De fondo escuchamos Ay, cosita linda. Estamos en un taller de mecánica de la avenida Iquitos para cambiar el escape o quizá en la Maestranza de la Base Aérea La Joya de Arequipa. Canta Carlos Argentino, vocalista de la Sonora Matancera.

Otra voz dice esto:

“El 11 de abril de 1980 a las 7:15 a. m. mandos militares enviaron al capitán Oscar Santa María Huertas en su aeronave Sukhoi 22, a interceptar un objeto detenido sobre la base aérea de La Joya, en Arequipa

¿Acaso es un globo espía?

—se preguntaba uno de los más de mil ochocientos soldados que miraba hacia el cielo—

Se acercó para entablar comunicación con él, pero este se apartó. El Sukhoi se elevó para interceptarlo en su nueva posición, pero se volvió a alejar.

Entonces se convirtió en algo personal —recordó el ex capitán FAP—. Tenía que derribarlo.

En ese momento disparó ráfagas de obuses. Lo tenía que alcanzar, y aunque dio directo en el blanco, el objeto desconocido ascendió ileso a gran velocidad por el cielo.

Pasaron años de aquel suceso. El capitán había pasado a retiro y necesitaba repuestos baratos para su Volkswagen cuando halló al Ikarus10 en un depósito a las afueras de la ciudad.

En ese bus articulado lo esperaba su asiento con cinturón de seguridad en un pasaje de fuelles similar a un acordeón. Fue invitado a subir a la manga de abordaje, antes del inminente despegue.”

Este es el comienzo de una película, de una miniserie, que podría titularse de muchas maneras. Pablo le ha puesto ENATRUS A LA VELOCIDAD DE LA LUZ.

Aquí nadie va a explicar qué tiene que ver un ovni con una empresa estatal velasquista. Simplemente, se acepta que un capitán FAP persiguió y disparó contra un objeto volador no identificado, pero no lo alcanzó, porque se quedó sin combustible. Y después de esa experiencia el capitán adoptó ese estilo, esa manera de mirar el horizonte tan características de los héroes y los poetas:

“Observan a los Ikarus 10

Sus luces se elevan por la ciudad

como el mar por los pisos de un estacionamiento abandonado

La arena en la curvatura de los neumáticos

dibuja la cabina del capitán Santa María

y la sonrisa del otro piloto desapareciendo al doblar la esquina en la calle de despegue

Sus luces se elevan por la ciudad

como el mar

inundando los pisos de un estacionamiento abandonado

Desaparecen por acción del espacio exterior

La arena en la curvatura de los neumáticos

narra la historia del capitán Santa María

otra versión de lo ocurrido en la base La Joya

La arena en la curvatura de los neumáticos

cifra una leyenda en la calle de despegue

Cifra una multitud que salta al espacio con solo la música de sus motores.”

 

Y después:

 

“Bussings olvidaron la ciudad, el barrio, la vía expresa

tuvieron tal prisa

que partieron desprovistos del mínimo implemento tecnológico

digamos que estaban compuestos únicamente de carbono y grafito

del mismo compuesto con el cual se forman las pistas de los carros chocones

En las investigaciones de científicos, escribas y detectives sobre su desaparición

se concluyó que se fueron hace casi treinta años

a buscar otras temperaturas y presiones extremas sobre sus asientos y carrocerías

se fueron a buscar otro calor en su centro

a buscar la existencia origami

que en millones de años

los vuelva diamantes.”

Pablo plantea una especie de reencarnación cyborg, es que los cuerpos de las naves son orgánicos.  Y la chatarra está erotizada. Neurotizada. Stoneada. Recuerden, ante nosotros hay ikarus y a la vez un sukhoi que se persiguen una y otra vez, y que de diferente manera, cada cual persigue un ovni. Lamentablemente, se tienen que detener a recoger pasajeros, niños, empleados, obreros. Pague con sencillo. Se reanuda el camino, y de vuelta aparece el ovni, como un espejismo, como una promesa.

Elevemos nuestro espíritu. Como dice David Bowie, que el amor descienda sobre los indefensos. Esa es una forma de nostalgia. Que el amor descienda sobre los indefensos, no es la salvación, tampoco la condena. Es posponer la muerte o no darle tanta importancia a la muerte. Ahora mismo que escuchamos hablar sobre poesía, que alguien nos lea poesía, ahora y en la hora en la que alguien pincha este libro, vivimos el amor. Que el amor descienda sobre nosotros.

Hay otra cosa que me gusta de este libro. Es un tipo de intertextualidad lúdica, no pomposa, ni seudo erudita, sino una intertextualidad que vivifica. Ejemplo. El inventario de las naves. Leo un fragmento del Canto II de La Illíada:

Decidme ahora, Musas que poseéis olímpicos palacios y como diosas lo presenciáis y conocéis todo, mientras que nosotros oímos tan sólo la fama y nada cierto sabemos, cuáles eran los caudillos y príncipes de los dánaos. Á la muchedumbre no podría enumerarla ni nombrarla, aunque tuviera diez lenguas, diez bocas, voz infatigable y corazón de bronce: sólo las Musas olímpicas, hijas de Júpiter, que lleva la égida, podrían decir cuántos á Ilión fueron. Pero mencionaré los caudillos y las naves todas.

Pablo escribe en la sección El tráfico de los buses-cohete

I

“Marcopolos Torino con chasis B58 ensamblados por Etramsa & Morillas Enatrus chasis volvo en carrocerías Camena & Moraveco monoblocos carrozados por Etramsa con chasis Mercedez Benz Etulsa Alfa Ikarus Etragelar Hino la 48 la desaparecida & expulsada 76... mantienen tal velocidad democrática, que despegan...”

Genial.

Otra cosa que quiero destacar del libro de Pablo es la honestidad.

Pablo dice:

“¿Y si somos solo un bus escolar

y no una aeronave…?”

Ese yo poético también es un niño que, en su dormitorio, ve pasar las sombras que dejan pasar las cortinas, la luz del poste, los ruidos del parque vecino, la ciudad que ladra afuera.

Seguimos:

“Amanecí sin mi traje espacial

Como un pulpo de hule en una tina de baño vacía

Reconocí las moléculas de nuestro hogar

bajo la lente de mi microscopio de juguete:

Estábamos juntos

alrededor de una mesa

No éramos los mismos

Pero éramos bajo mar abierto

una familia”

Pablo dice:

“En las pantallas de las antiguas computadoras de Lima aparece GAME OVER él nos persigue sale a las calles se sumerge en nuestras canas abre nuestras bocas y de vuelta sale por ellas GAME OVER GAME OVER.”

Finalmente,

 BUS DE LA ENERGÍA PURA Tiene título futurista, aparentemente, pero no lo es, por lo menos no es futurista a lo Marinetti.

Para esta ocasión, se me ocurrió hacer sutiles conexiones con Cinema de los sentidos puros de Enrique Peña Barnechea. Y vaya que tiene conexiones, por la sostenida exploración del yo poético. Aunque los recursos poéticos o mejor dicho los mecanismos de producción textual entre ambos libros sean diferentes. Pero aquí nadie quiere explicar nada.

Solo estas dos últimas pistas:

Pablo dice:

“Se estrellan en la niebla

Un auto y un avión

cada uno sigue su camino hacia el cielo de chatarra

Los cinturones de seguridad

rendidos sobre los asientos

atrapan el vacío como un mensaje presurizado

desaparecen sus números de serie son borrados lentamente en sentido contrario al que fueran escritos Son casi astronaves pero un bélico encanto los retiene y no pueden irse.”

Pablo dice:

“El bus Ikarus10, encubierto entre vehículos anaranjados por el óxido, ya tiene a bordo a sus tripulantes: el ex capitán FAP Oscar Santamaría Huertas (de juvenil, bateador en “Los Astronautas” de San Borja), que se enfrentara a un ovni con su aeronave Sukhoi22, sobre la base La Joya, el año 1980; y yo, Carl Salazar (profesor de lengua y literatura), ahora de copiloto.

La comunicación con la torre del descontrol en este tramo, será permanente. Ya fijamos la misión, más no las coordenadas: Dar caza a ese objeto volador desconocido que burlara al Capitán Óscar Santamaría Huertas, y encontrar a mi padre en algún lugar del océano cósmico y sus profundidades.

Mi padre miraba el mar buscando a la gran ballena, (que siempre se lleva algo de nosotros). Yo sigo la estela de tal cetáceo, en la noche del cosmos, esperando que me lleve junto a él. Confío hallar algunos artículos personales suyos en el camino, como pistas o partes de un modelo para armar.”

Gracias.




lunes, 29 de mayo de 2023

“En este cuerpo cosplay, los mensajes iluminan la noche, las uñas apretando send” (Reseña sobre “Trilogía de la expansión” de Ramiro Vicente)

 




“Trilogía de la expansión” (Animal de invierno, 2023), del poeta argentino Ramiro Vicente (Buenos Aires, 1973), reúne poemas de tres libros: “Semántica Sur", "Incamino" y "Distopics” (el último hasta este momento, inédito). El conjunto entrega propuestas independientes, pero también interconectadas, entre otros aspectos, por un contexto social y político que oprime al sujeto poético que aquí se presenta, y la forma como éste, enfrenta eso. Es aquí que aparece el sentido de la expansión que se nombra en el título, para sortear aquello que impide al sujeto desarrollarse, personal y poéticamente, y alcanzar un estado, que pueda de alguna manera estabilizarlo frente al mundo en desequilibrio, que habita. Eso sí, una estabilidad que no renuncia al movimiento; al contrario, lo necesita y para ello viaja, y recorre diferentes lugares, físicos, geográficos, naturales, pero también virtuales. Cosa de la cual comentaré un poco más adelante.

Ya la portada de la trilogía diseñada por el gran Liniers, da algunas señales; en tanto que es una ilustración, pero a su vez una lectura del libro, por lo certera en lo conceptual. Mostrando la imagen de un hombre, dividida en tres cajones, aludiendo a los tres libros. Pienso que resume de alguna forma el marco general de esta entrega, aunque no agota el sentido del conjunto. En esta imagen aparece un solo individuo, como sucede en esta propuesta. Es el sujeto poético, y lo que sucede en su cabeza; esa mirada, llena de ideas, sonidos y ritmos generados tras la relación que establece con el entorno. La acción que realiza es clara, la de avanzar, dando pasos, yendo en buses, carros, nunca detenido en un solo lugar.

Ahora, partiendo de la premisa que se desprende del constante desplazamiento, habría que ver como se realiza poéticamente esa acción a través de estos libros.

En Semántica Sur, el poema pórtico, podría asumirse como una arte poética, que se presenta como un letrero de camino, testimoniando, señalando lo que viene, las señales del viajero, los pertrechos del viaje, los motivos y el destino del mismo. Abro cita:

“poesía de la pampa/ anestesiada de ruta/ a través de torres de luz ganada/ la ventana/ silenciosa donde se ve/ la mirada esteta de hambre vaca/ la metonimia peronista/ la metáfora/ épica/ arremangada/ irrenunciable”
Cierro cita. 

Habla de la pampa, del campo, de las ventanas silenciosas, de las metáforas épicas, arremangadas; con ello sugiere una actitud activa en la lucha, por el cambio entre tantas desigualdades que se viven. El sujeto poético recorre con ojos peronistas esos pueblos y ciudades desde las cuales proviene y a las cuales vuelve, o a aquellas a las cuales llega, como podría ser Lima, el DF u Oruro, pero con las cuales de todas formas se siente hermanado, y es que si bien es cierto lo argentino marca, más que todo es lo latinoamericano.

Desde el título, “Semantica Sur”, primer libro de la trilogía, se identifica una necesidad por dar significado a aquello que conforme uno va leyendo, identifica como difícil de definir, estabilizar, generando una tensión que recorrerá todo el libro, expresado en un ritmo más cortante y marcado, que en los títulos siguientes. Ese ritmo de batería salvaje, crea la sensación de un llamado a tomar acción frente a lo que vivimos, como si el tamborilero de la batalla, estuviera en clave de rocan rol, por las alusiones que se dan, a música de ese género, que en el siguiente libro, persistirá al incrustarse frases de canciones de artistas como Charly García.

La exposición fragmentaria y la multiplicidad de elementos es otra constante en este primer libro. Presentando el panorama de estos versos como puzzles, creo yo, por la necesidad de querer poetizar sobre una realidad fracturada, un rompecabezas con todas sus piezas dispersas, que solo pueden formar eslabones de sentido, únicamente a través de medios alternativos, como el que proporciona la poesía
En el segundo libro que contiene esta trilogía, “Incamino”, se dan poemas de más largo aliento, la fuerza de la poesía se libera con un tono por momentos algo beatnick. El poema “El aullido” de Allen Ginsberg vino a mi mente, cuando Ramiro poetiza la ciudad; lo urbano y lo social, en lo delirante. Cito:

“alejado de todo/ abrazado a mi arquitectura/ oprimo mis ojos/ balbuceo mi nombre/ y me/ persigno/ por las calles del sur/ con los labios desencajados del ácido”
Cierro cita. 

De alguna manera, el sujeto poético encarna la realidad política y social que lo circunda, somatizándola a través de su cuerpo. Cuerpo que a su vez es palabra poética misma. Vuelvo a citar:

“en mi cuerpo/ la existencia se disfraza de arma nocturna/ por si vienen por los caños/ estoy combatiendo el capital/ con mi historia despareciendo”
Cierro cita

El uso de personificaciones de los ambientes urbanos me remiten a poéticas como la de Oliverio Girondo en sus “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” o Carlos Oquendo de Amat y sus “5 metros de poemas”, dos representantes de la vanguardia latinoamericana: Pero a su vez, a  la presencia de un flaneur, o paseante, (conocido sujeto aparecido por primera vez en las novelas de Victor Hugo y los trabajos de Baudelaire, que recorre los cascos urbanos, siguiendo aquel spleen o especial atmósfera de ensimismamiento por las grandes ciudades, como eternos mundos artificiales, fascinado por las múltiples mercancías puestas a la venta) un flaneur que vaga, pero no por la París de la segunda mitad del siglo XIX, ni la Lima de los años 20 de Oquendo, sino por la latinoamérica de los años 2000 colapsadas por el hacinamiento y la precariedad económica y social que vive hasta ahora, por razones que provienen desde la colonia. La presencia de ese flaneur es explícita en más de una oportunidad. Cito como ejemplo:

“yo limpio mi cuerpo con vinagre/ mientras alimento visiones/ con el spleen de Coyoacán/ hipnotizado”

O cuando dice luego en el mismo poema. Cito:

“el silencio del zócalo/ registra mi vagar”
Cierro cita.

En el último libro que conforma la trilogía, “Distopics”, también hay otra alusión al “flanear”. Cito:

“en el spleen de estos días eléctricos/ las imágenes derretidas y ausentes brillan”.

Aunque en esta parte de la trilogía, lo que se privilegia, es la fantasía y las posibilidades que ofrece. El lugar que se ocupa ya no es físico, sino virtual. Espacio que el sujeto poético aprovecha para desplegar una propuesta más versátil, en el sentido que ya no solo problematiza referentes reales, sino que arriesga estéticamente, por ocupar un ambiente artificial que él mismo crea, el cual recorre performando, actuando. Cito:

“en este cuerpo cosplay que es/ medialuna tibia y libre como el mato grosso.”
Cierro cita

La expansión largamente mencionada, se da través de esta puesta en escena, que propone la figura del cosplay (que abrevia la palabra en inglés, “costume”, disfraz, con “play”, jugar, que sería como jugar con el disfraz) disfraz que en el caso de Ramiro, sería el lenguaje. Generando una serie de circunstancias estéticas que generarán una vuelta de timón en esta última entrega “Distopics”, con relación a toda su obra.

“La Trilogía de la Expansión”, de esta manera, presentaría desde mi perspectiva, un camino que en primera instancia, con “Simbólica Sur”, se presenta con una oscuridad, que expresa el lugar previo al nacimiento de una poesía. Oscuridad y fuerza con muchos deseos de aparecer, pero que, como todo nacimiento, implica también un encuentro violento con el mundo que encuentra allá afuera, para tras ello, proponer un decir, una palabra y aspirar en ella a un significado. Cito un verso de ahí:

“un balbuceo blanco sobre la ruta de los edificios”.
Cierro cita.

Ese balbuceo se deja sentir en esa primera parte. En la segunda estación, “Incamino” la poesía ya se abre paso con largos poemas ríos, y una claridad y recursos estéticos que denotan que se han dado ya varios pasos más en esta expansión, para llegar al tercer libro, “Distopics”, como el lugar de mayor consciencia poética, donde la propuesta se complejiza, y el juego lúdico de la poesía de desarrolla, generando de ese modo una poética, que se perfila a un propuesta mucho más personal y original por parte del autor. 

Por último, algo para resaltar es la importancia que se le da a la figura del cuerpo, sobre lo cual algo ya habría dicho, hecho que me parece tiene una importancia transversal en todo el conjunto. Esta importancia se evidencia no solo en la forma que actúa en varios poemas, sino en la referencia directa que se hace a el. Es a través de este que el sujeto poético procesa todo lo que vive, analiza e imagina: como protesta, como disfrute, como cansancio, como cosplay, en fin, de múltiples maneras, apareciendo entre los muchos aspectos a tomar en cuenta, a la hora de destacar esta trilogía.


lunes, 15 de mayo de 2023

RESEÑA a "Acople en el mar del cosmos" realizada por el poeta Miguel Ildefonso

 




Luego de cuatro años de publicado el excelente poemario Buen viaje, Ikarus 10, Pablo Salazar Calderón nos entrega ahora Acople en el mar del cosmos (Editorial Pájaro de Fuego, 2022). Es la segunda parte, al parecer, de una saga poética, que ahora “narra” el viaje de la misma nave tripulado por el capitán Oscar Santamaría Huertas (personaje peruano que en 1980, en la vida real, o en la ficción de la realidad, “se enfrentara a un ovni con su aeronave Sukhoi22, sobre la base de La Joya”) y  por el copiloto Carl Salazar (“profesor de Lengua y Literatura”). 


“Ya fijamos la misión, mas no las coordenadas” dice el poeta en el texto en prosa de la introducción. Y esto es importante saberlo, pues la aventura del viaje hacia la nebulosa de Orión, de la caza de ese “objeto volador desconocido que burlara al capitán” es también el viaje interior del poeta (y de su lenguaje) hacia la memoria familiar que es representada por la ballena. Aquella gran ballena que el padre del copiloto Carl buscara al contemplar el mar, y, tal como enfatiza, “que siempre se lleva algo de nosotros”. El copiloto-poeta dice, además, acotando algo que corrobora la visión subjetiva de su misión: “yo sigo la estela de tal cetáceo, en la noche del espacio, esperando que me lleve junto a él.”


Es la navegación, entonces, de una búsqueda por el espacio cósmico y al mismo tiempo, simbólicamente, a través del mar. No es gratuito que el epígrafe sea el extracto de un libro de Carl Sagan titulado La orilla del océano cósmico. Las coordenadas, por tanto, son los momentos estelares en que se suceden los poemas: textos en verso compuestos de descripciones, diálogos, reflexiones, flash back, declaraciones y monólogos.


Al final del libro, la nave espacial (que en los referentes simbólicos de la memoria de la infancia del poeta es el bus Ikarus que existía en el Perú) se acoplará a aquella ballena u ovni o nave desconocida. “Reconocí las moléculas de nuestro hogar/ bajo la lente de mi microscopio de juguete: / Estábamos juntos / alrededor de una mesa / No éramos los mismos / Pero éramos bajo mar abierto/ una familia”, dice ya hacia el final, cerca al acoplamiento.


La simbología de la ballena remite a la famosa ballena blanca (o cachalote) Moby Dick de la novela de Herman Melville, que cuenta la historia del capitán Ahab que se embarcó en su búsqueda para cazarla. Aunque la ballena del libro de Salazar Calderón es de color negro, tal vez por la asociación con los “agujeros negros”, aquellas monstruosas regiones del cosmos que pueden absorber todo lo que está a su alcance.


La propuesta del poeta es el acople de la lírica con la ciencia ficción, de la lírica con el lenguaje técnico/científico, y de la lírica con la épica. El poeta nos “narra” más que un viaje de cacería, la búsqueda de la sobrevivencia de lo humano y lo sublime. El género de la épica es algo que ya no se practica tanto, debido al individualismo que caracteriza estos tiempos, desde los años 80s sobre todo. Uno de los últimos textos épicos son Omeros de Derek Walcott; la obra poética de Raúl Zurita es épica; lo mismo Splendor de Enrique Verástegui. A diferencia de la recreación del mundo griego en el primero, de la crónica de las dictaduras latinoamericanas en el segundo, o de la utopía del amor en la poética de la urbe en el tercero; aquí se nos presenta una escritura del futuro, un hablar desde esa zona que, gracias a la ciencia y la tecnología, se hace posible. 


Finalmente, y que es lo más importante, es el acople de la humanidad (a través de la simbología de la memoria personal o familiar) con las posibilidades de una vida más plena que nos brindan la navegación, la exploración y la investigación hacia los rincones más alejados de nuestro sistema solar.


El astrónomo, escritor y divulgador científico Carl Sagan escribió en su libro Los dragones del Edén: “Cuando reconocemos nuestro lugar en la inmensidad de los años luz y en el paso de las eras, cuando atrapamos lo intrincado, la belleza y la sutileza de la vida, entonces ese sentimiento de dolor se va y aparece una sensación donde se unen la humanidad y la generosidad.” Es ahí, también, que la poesía tiene posibilidad de existencia en ese mar desconocido que nos espera. Como dice el poeta “Somos parientes de la otra dimensión/ Apretujados en un bucle temporal/ la bioquímica de un cardumen krill”; pero también somos hechos de poesía.


https://miguelildefonso.blogspot.com/2023/05/acople-en-el-mar-del-cosmos-de-pablo.html?m=1&fbclid=IwAR2vwxlYd29KDGmSXVvRrcd_gwCqUhZBGV2d5omRINKoecP86X9bVenivW8#more

viernes, 21 de abril de 2023

"Piedralaventanaelcielo" (poemario liberado)

 



Muchas veces, volver a textos que fueron escritos en el pasado, genera un extrañamiento en quienes los escribieron, que cuestiona la identificación con los mismos. La máxima del poeta Arthur Rimbaud, "Yo soy otro", se evidencia, y se genera una experiencia con el texto, interesante.

Es por eso que ahora libero gratuitamente esta "Piedralaventanaelcielo" (Paracaídas, 2011- Apogeo, 2020, edición digital) que percibo tienen algunos textos que no han envejecido demasiado. En aquellos poemas que si sentí perfectibles decidí editarlos un poco. En otros casos como el poema "Orfeo" si le adicioné más partes, así como incluí "Cartón de la Plaza Francia", que es un poema sin libro.

Enlace de los textos:

https://drive.google.com/file/d/1TasIpU51WBkKUm02OE1d5SoS9pfQL-kj/view?usp=share_link

lunes, 3 de abril de 2023

Extracto de la RESEÑA del escritor y crítico literario Cristian Briceño que escribiera sobre la colección “Pulsaciones” en la Bitácora de El Hablador . Este fragmento que comparto corresponde a mi poemario, “Acople en el mar del cosmos”, de mi autoría.

 


El mejor libro de Pablo Salazar Calderón se titula Buen viaje, Ikarus 10. Cuando lo leí por
primera vez no pude evadir esa nostalgia ochentera aderezada de neones titilantes y una
orquestación de sonidos derivados de los 8 bits. Este Acople en el mar del cosmos
vendría a ser un spin off de esa aventura. Aquí se nos presenta una puesta en escena; Pablo
Salazar parte de una anécdota sensacionalista ocurrida en nuestro territorio: un piloto
FAP y su encuentro cercano con una nave extraterrestre. A este personaje, Salazar lo hace compartir una cabina de tripulación con Carl Salazar (¿un alter ego del poeta, una referencia a Carla Sagan?). Se produce así un largo discurso de casi cuarenta páginas en el que Carl Salazar construye su visión del cosmos, un cosmos a la medida de su nostalgia, de su sensibilidad, distorsionado/condicionado por sus referentes ochenteros. La atmósfera es retrofuturista, y en ella aparece todo un catálogo de objetos que parecen llevarnos a rastras a un tiempo improbable donde pasado y futuro fluyen en calma, enredándose entre ellos y confundiéndose, a la manera de una psicosis generada por los peligros de un viaje espacial. En ese asteroide se oye la Sonora Matancera.

*

[¿Qué puede observar desde su ubicación, capitán?]

Apenas un RIN
Su cara azul
Como moneda de estaño en la pista de mi calle
Se aleja

La soledad del viaje propicia una larga meditación sobre el espacio y las leyes físicas, sobre las posibilidades de regresar al pasado a partir de la evocación, sobre la dinámica entre el pasado y el futuro y cómo somos entes encerrados en una materialidad que a veces se las arregla para conseguir lo imposible (tomar algo de ese pasado y traerlo a esta presente) a través del lenguaje:

[Copiado, capitán]

Cartuchera de universos
de ingenieros celestes

Aprovecho la velocidad de escape
de nuestro contenedor de juegos
para ser el bus amarillo
que regresa la mirada
a través de la ventanilla trasera.

 

Es obvia la necesidad del yo lírico por poblar su discurso con elementos nostálgicos: cómic, joystick, rin, Enatru, carros escolares, tocacasset, bus colectivo, calcomanía, etc. La puesta en escena admite este catálogo desaforado, aunque por momentos la sensibilidad del yo lírico parece perderse en su ánimo por inventariar. Sin embargo, Pablo Salazar nos brinda momentos donde esta búsqueda logra sus frutos, amalgamando su vocabulario pretendidamente tecnológico, nostálgico y poético. Ese es un logro.

 

La luz celeste de un láser
ingresa por una de las ventanas

entra a nuestros corazones de diamante
y multiplica ese brillo
como si fuera un premio

 

Una objeción. El texto a veces se me hace muy largo. Puede prefigurar la amplitud del
espacio; el gran vacío hecho poema y breves puntos donde brilla la luz de una imagen con
la potencia de un cuásar, igual que el fragmento anterior. Tal vez se deba a que estamos
ante un estudio de poema, algo que, tras ser meditado, formará parte de un libro futuro.

 

(Enlace de la reseña completa:  https://elhablador.com/blog/2023/03/29/resena-pulsaciones-2022/ )




lunes, 5 de abril de 2021

“Tuve que empujar mi cuerpo como material de construcción, que busca un lugar donde clavarse para fundar su ciudad” (reseña sobre “Kauneus, la belleza” de Roxana Crisólogo

 



Roxana Crisólogo, nos presenta en esta oportunidad a “Kauneus, [La belleza]” (Intermezzo tropical, 2021). Un libro que tiene como eje el viaje, que este sujeto poético emprende huyendo de su ciudad natal (Lima), pero que termina siendo un periplo para encontrarse a sí mismo y poder aparecer, en una realidad que lo invisibiliza.

En ese lugar urbano primordial al cual guarda afecto, también cunde la violencia, en forma de: clasismo, racismo, en general mucha desigualdad, precariedad económica, así como de violencia política (que desata explosiones). Ello lo obliga a salir.

Habitar ese primer espacio, recognoscible como Lima, no le permite transparentar la belleza de su ser, su verdadera identidad. Dejarse ver significa que se le permita expresar, que se respeten sus derechos y forma de ser particulares, como individuo y mujer, que se reconozca su raza, su color, su cuerpo. Ese reconocimiento, esa visibilización se da solo parcialmente en esta primera ciudad que recorre el sujeto poético, dejándole experimentar solo destellos de belleza en ese punto del viaje, (aunque tan esenciales estos en algunos momentos, que se convierten en el tamiz con el cual se ven todas las cosas de ahí en adelante), destellos, que sin embargo, no aparecen en un contexto de libertad (casi sinónimo de lo que se identifica como belleza en este libro) necesario; por ello el imperativo de partir.

El libro inicia con un silenciamiento en varios niveles en tono imperativo:

“Cierra tu libro/ cierra la boca/ cierra las piernas”.

Un tono que pretende fijar la posición de este sujeto. Más adelante este responderá en el poema llamado “Aquí homenajeamos a la belleza peruana”. Primero en posición subalterna:

“Qué tal si digo sí a todo y me ahogo en llanto/ Una buena y dulce madre/ se olvida de sí misma/ la mano no se olvida de mí/ empuja/ la ansiedad de cien ojos que esperan que algo pase”. A lo que se contesta con voz reivindicativa:

“Una buena esposa no se ahoga dice la mano”.

“Y queda clavada como un tumor en el cerebro de todos/ la ansiedad de cien ojos que esperan que algo pase”.

El patriarcado invisibiliza al sujeto femenino (metaforizada como esposa) en el país, e impone una imagen hegemónica de belleza, que el sujeto poético subvierte, planteando variantes nuevas sobre lo bello; cometido que se logra a mi parecer, en esta publicación.

Poniendo el foco de atención en el título, “Kauneus, (la belleza)”, se advierte un juego especular con el lector, en el cual un mismo significado aparece en dos idiomas distintos (finés y castellano). Esto acarrea una cultura, historia y costumbres propias, tras cada una de estas lenguas. Es pertinente el detalle, si en el libro uno identifica que el sujeto poético se traslada de Perú a Finlandia, como posible tránsito entre estos centros, a partir de los cuales, los poemas hallan contexto. Si bien este huye del Perú hacia Europa, en el libro constantemente hay una vuelta de mirada hacia sus orígenes peruanos, aunque siente que tampoco puede volver:

“Me veo escribiendo frente a una ventana que no da a la calle de mi barrio polvoriento en el sur de Lima”

Además de este apunte sobre el título, se encuentran las implicancias de la traducción que se encuentra en él, como una forma de viaje a otros mundos culturales a través del entendimiento de sus idiomas, pero también de preocupación por el lector, volviendo al tema de acercar más la cultura a los otros, antes que plantear barreras.

Este traslado que realiza el sujeto poético genera un diálogo profundo entre el “acá” (Perú) del cual se parte, al “allá” hacia donde uno se dirige (el extranjero, especialmente Europa) que se establece a partir de la perspectiva de alguien que ha vivido muchos años en estos espacios y que tiene muchos elementos para intercambiar. Un diálogo que no puede evitar sortear diversas dificultades, como la imagen que cada uno se forma sobre el otro; me refiero a las apariencias, no exentas de prejuicios con la cuales se ironiza todo el tiempo y de esa forma se las sobrepasa, reconfigurándolas en poesía.

El sujeto poético vive un proceso de transformación que se ejerce de sección a sección en el libro, tanto del punto de vista de la mirada y las ideas de este, a las diferentes maneras que se ensayan a la hora de hacer uso del lenguaje (los recursos expresivos de la poeta desplegados aquí). Partiendo del carácter oral urbano de Lima, caótico y veloz, como sería la urbe del centro de la capital y los barrios populares (como San Juan de Miraflores), con toda su explosión demográfica y vehicular; a otro tipo de ritmo e imagenería poética cercana a la tradición nórdica, que se visibiliza en versos, como aquellos en los que invoca a la poeta finesa, Edith Sodergran:

“Aprendí hablar del verano con ilusión/ la misma ilusión con la que ahora me abandono a la/

Voluptuosidad/ de las olas de Lima/ al ansia de los colores que en versos de Edith Sodergran es el de la sangre.”

Una de las conclusiones sobre la idea de la belleza a la cual se llega en esta entrega, se desprende casi finalizando, en la última sección, a partir de uno de los mejores poemas del conjunto, justamente titulado, “la belleza”. En él, se plantea una posición particular sobre la misma, desmontada en forma de reflexión poética, donde se satiriza todo el proceso de blanqueamiento que a veces debe realizar un migrante para poder pasar desapercibido o como ella dice, ser “aceptada en el club”:

“El blanco terminará siendo mi abrigo”

“Huir fue mi velocidad”,

Hay mucho humor en este poema:

“Le pregunté a la belleza si me podía invitar a su coctel/ Si son suficientes los arreglos que me hice en el rostro/ para no desaparecer en la blancura del flash”

Se establece una dialéctica con los propios prejuicios que tiene el propio sujeto poético sobre la belleza, o dialoga con los prejuicios del entorno que la rodea:

“Me pregunté si mi tono de piel es un traje de fiesta/ Una estilista tailandesa me recomendó/ desaparecer mi cerquillo/ Mudaste de país mudaste de piel lo olvidarás pronto”

La agudeza que se logra alcanzar en pasajes como este, se conecta con otros no menos originales, como el final de un poema que comentara hace unos párrafos, rotulado, “Aquí homenajeamos a la belleza peruana”, en el cual se metaforiza la impresión que los otros tienen de la apariencia, con la de querer agradar a los otros, como un pequeño pez en una pecera:

“Este cuerpo este pez es la delicia de los ojos/ de los que en el acuario terminan atrapados por una luz/ es la belleza”

“Kauneus, (la belleza)”, es un libro nutricio en varios temas como: la identidad (étnica, lingüística, política, racial, de género) la posición del migrante en el Perú y el extranjero, diferentes realidades interculturales conectándose o repeliéndose. La propuesta verbal a su vez se deja ver: de forma narrativa muchas veces, haciendo uso de variantes dialectales del habla popular peruana o haciendo uso de formas de poetizar más bien, de influjo extranjeras, en la cuales no solo hallan marco referencias a bosques o paisajes cubiertos de nieve; sino a otro tipo de ritmo sonoro y visual. Rico despliegue de recursos, que posicionan a este libro, como uno de madurez en la mirada, y cúspide en el estilo, dentro de la obra de Crisólogo.


Este es un viaje forzado

un aterrizaje forzado que me obliga a pasar seis horas en Kiev

cuando el avión se acerca a la pista de aterrizaje

y parece que entramos a un almacén que conduce a otros almacenes

más sofisticados más solitarios más tristes

Se ha escrito demasiado sobre gente forzada a quedarse en un lugar

forzada a partir sin explicación    forzada a dejar

geografía forzada

alimentos genéticamente manipulados

forzados a abandonar su ser

Soy de K     un país forzado

Ella habla en estadísticas

no le quita la mirada a una familia judío-ortodoxa

que arrastra varios niños y muchas maletas

El número de muertos es tal que sobrepasa a los que lucharán

por la independencia de cualquier país forzado del mundo

¿De qué lado estás?

¿del que viaja por curiosidad o por necesidad?

¿remueve cartuchos   proyectiles   minas?

¿deja mensajes   descifra   descompone?

¿acumula pólvora?

¿De los que queman o son quemados?

¿De la cooperación técnico-militar?

¿De la United Nations o de la OTAN?

¿De la fotografía del país que no es el país?

¿De la postal?

¿De la botánica de no tomar partido por nadie?

¿De las semillas de las flores que no conocen de territorios?

¿De los laboratorios?

¿De los experimentos?

¿De la química celular?

¿De la nación impura?

De todas las muchachitas con las cejas demarcadas como sistemas solares

que habitarán en mí

Ser o no ser no es un dilema sino alinearse en un ejército de un lado

o del otro del río Jordán

 

 



lunes, 1 de febrero de 2021

“Madre, hoy me hice anciana, polilla dentro de una niña” (reseña sobre “Matrioska” de Valeria Román Marroquín)

 


Uno revisa el índice de Matrioska (Fondo Editorial de la APJ, 2018) Premio José Watanabe Varas 2017, de Valeria Román Marroquín (Lima, 1999) y ve en esa hoja de ruta marcada por los subtítulos: “Siamesa”, “Simbiosis”, “Matrioska”, el ánimo de resaltar momentos de conjunción, de algo que surge del encuentro de diferentes presencias o elementos, uno tras otro, en el interior de un todo. El primero hace alusión a lo orgánico, el nacimiento de un ser que, en este caso, se haya acompañado por alguien del cual no puede despegarse; en el siguiente el intercambio vital de organismos que se necesitan para existir; para finalmente, completar con la matrioska y la voluntad de registro familiar existente en esta muñeca.

La voz poética sorprende por su fuerza ya iniciada la lectura. Interpela constantemente con el poder de su verdad y su capacidad corrosiva para discutir aquellas ideas o interlocutores con los cuales disiente a través de un lenguaje crudo, pero a la vez reflexivo.

Siguiendo la propuesta de lenguaje inscrita en este libro, vienen a mi mente los primeros versos, “apagada la luz/ pleno abrazo mis senos como acto de pudor” y ya en ellos noto perfilarse una de las características de esta poesía que llamaron mi atención desde un inicio y es este trabajo de “montaje” (dicho con lenguaje cinematográfico) en pasajes como el que acabo de citar, en este en especial: “pleno abrazo mis senos” en el cual la secuencia versal, que va siguiendo una sintaxis narrativa, ciertamente convencional, es intervenida por  otra fragmentada, como de conjunción de bloques verbales incompletos, que sin embargo simpatizan naturalmente.

Hay una locución que interpela a otros sujetos femeninos en Matrioska, interlocutores especialmente visibles bajo la figura de la madre, a la cual se evoca constantemente, pero que no responde. Como si la silenciara:

“hay silencio/ madre no me ayuda a peinarme deja que/ me pare sola frente al espejo y cepillarme mi pelo deja que me pare/ sola frente al dolor/ de jalar un nudo”

Es una voz poética que aniquila a la voz de la madre. Eso transmite una gran soledad por parte del sujeto poético, pero no por ello desamparo; se la percibe libre y resuelta, consciente de todo.

El concepto de matrioska tiene que ver con la cadena de relaciones que se establecen de hija a madre, de esta a la abuela y así sucesivamente. Estas relaciones están contenidas por un espacio signado por el cuerpo, como si todas estas presencias femeninas estuvieran en un mismo territorio. Cuerpo que media su relación con el mundo y el descubrimiento del lenguaje, del cual se va a apropiando conforme experimenta cada uno de los estadios de desarrollo de su fisiología, tras el paso de los años.

El territorio interior de su casa y la familia, es su tierra baldía, la cual se asiente como el terreno desde el cual se caracteriza este mundo tan definitivo para ella:

“chueca crece esta raíz/ pasa el mes más cruel de todos/ y el camino se hace áspero”

Para poder salir de ese terreno baldío solo queda la palabra:

“bajo mis pies siembran flores/ siembran flores en su tumba/ y sus dedos se extienden fuera/ del perímetro”

El sujeto poético sabe que sus padres no son capaces de salvaguardarlo. El poder e influencia de ellos en su existencia no es efectiva, eso genera una reinversión de poderes, donde ella siendo hija, se puede volver madre, generando una especie de refundación del mundo por parte suya. Es interesante el uso de la primera persona plural en el pronombre “crecimos”, distinto a la duda, o más que duda tanteo del sujeto poético prenatal, prelingüístico de las primeras secciones del libro. Otra muestra de la seguridad del enunciado de esta voz:

“he llegado a concluir que crecimos fuera del vientre/ y creo/ que ese ha sido/ de toda la historia mundial/ nuestro más grande triunfo”

Se presenta de alguna manera la gestación, vida y muerte de algo en la estructura presentada por el libro. Es el ciclo de vida de un vínculo, el cual podría fijar su fecha de vencimiento el día que se terminó de escribir.

Se percibe como un ciclo de un eterno retorno, como viuda negra (o hija negra) que teje (texto-lenguaje) la mortaja de su madre, como algo que no puede dejar de repetirse en la familia:

“en el tiempo circular/ y permanente/ nada importa/ entre diferencias tenues/ un hilo rojo sobre un hijo rojo:/ la madre de mi madre/ y mi madre/ que es hija mía/ pasamos el rato/ esperamos su pasar”.

Dentro de nuestra tradición, podría hallarse cierta cercanía a poéticas transgresoras de sujetos femeninos, como las de Carmen Ollé, Mariela Dreyfus, Monserrat Álvarez, Victoria Guerrero o Cecilia Podestá, por nombrar algunas autoras, con obras que como Román, subvierten los códigos de la poesía escrita en las últimas décadas.



lunes, 11 de enero de 2021

“Pronunciar tu nombre para soñar el sueño que nos dice que la vida sería más posible si los gorriones escribiesen las editoriales de los periódicos” (reseña sobre “Las musas se han ido de copas”, de Nilton Santiago)

 


El poemario “Las musas se han ido de copas” (Visor, 2015), XV Premio Casa de las Américas, de Nilton Santiago (Lima, 1979) sigue un caudal de inspiración indetenible, que recorre toda su obra. Sus palabras y el equipaje de sentidos y juegos de lenguaje que llevan, comunican lo humano con el mundo sagrado, mágico, fantástico, que convive naturalmente con el ámbito de lo cotidiano y lúdico al cual invita el universo poético de Nilton Santiago. Circunstancia que genera asombro en el lector, por la sensación de epifanía que lo sorprende a cada instante entre las cosas.

Mujeres (las musas, las diferentes caras de la poesía), son buscadas por el poeta a lo largo de su libro. Cualquiera no merece su atención... Están por ahí, mezcladas con otras presencias femeninas, con el riesgo de que se confundan unas con otras, sin embargo, la promesa del encuentro, está hecha. Si bien uno percibe desde el primer verso que la inspiración está presente, los poemas te invitan a no detenerte y continuar en peregrinaje hacia el camino que te conduzca hacia ellas.

Este libro que se presenta casi como un libro de aprendizaje del amor (digo casi, porque la palabra poética de Nilton Santiago suele remover en su interior muchos otros temas más), esboza un proceso en el conjunto, que se estructura en cinco partes: 1. TRES POSTALES PARA LA LLUVIA QUE LA LLUVIA HA BORRADO 2. NO HAY CHICAS BIEN QUE POR MAL NO VENGAN 3. SIETE EQUINOCCIOS PARA EXPLICARTE QUE NO TIENE NADA DE MALO QUE NOS ENROLLEMOS DE VEZ EN CUANDO 4. LA DOBLE VIDA DE LOS PINGUINOS 5. PARA RETRASAR LOS RELOJES DE ARENA. En él, despliega prosas poéticas que presentan un lenguaje que transfigura escenarios de corte fantástico ubicados en ámbitos citadinos, muchas veces interiores. La maravilla de lo que se va contando, enriquece el tono conversacional presentado como marco previo, de esa reunión de voces que se van “de copas”. Como si fuera una borrachera fantástica, de sensaciones y conocimiento poético.

En ese último sentido, viene a mi mente el poema “El barco ebrio” de Artur Rimbaud. Un poeta que generaba transfiguraciones de escenarios que partían mucho de lo cotidiano y autobiográfico, pero que acababan en lugares insospechados, producto de la alquimia del verbo. Entre otras influencias que me asaltan, está la poesía del español Juan Carlos Mestre con el cual comparte un imaginario poético que coincide en más de un aspecto y que resalta por su devoción a la belleza verbal, sus personajes fantásticos (muchas veces kafkianos) de faz iluminadora, o los escenarios como de museo, sobre superficies de antigua madera pulida, así como de ciertas palabras recurrentes como: “libélulas”, “mariposas”, “sastre”, “equipaje”, “ángel”, “lágrimas”, “sindicatos” o “jubilados”; por citar algunas palabras clásicas del mundo mestreano. Pero también viene a mi mente el lado lúdico y sensual de Oliverio Girondo o la capacidad transformadora del poeta de los heterónimos, Fernando Pessoa:

“En Barrio Alto, ninguna nena ha leído “El libro del desasosiego” pero igualmente tienen el corazón tan grande como una sandía, se enamoran cuando anochece y caminan medio desnudas todo el invierno hasta dañarse la sonrisa con el aliento de las primeras flores.”

O diálogos con otras poéticas, como es el caso del poemario “Fe” del poeta peruano Bruno Pollack:

“Acabo de leer una noticia que dice que el 70% de los pájaros es agnóstico, y que el resto, el 30%, simplemente sabe que las iglesias son un buen lugar para ir a merendar el arroz que arrojan los amigos de los recién casados. Bruno me dice que el atentado de las torres gemelas fue planeado por tres puercoespines contratado por los servicios secretos del Tío Sam”

El libro despliega todo tipo de figuras poéticas: metáforas, metonimias, oximorones, personificaciones, hipérboles, jiasmos (o quiasmos), pero empleadas de forma tan fluida y adjetivada con tal maestría, que no se percibe un recargamiento de ninguna manera.

Volvemos al tema del salir “de copas”, y ya en tal expresión, percibimos un modismo español, distinto al sudamericano. El tono del libro es uno internacional. El sujeto poético es itinerante. Expresa las huellas de un migrante:

“Volvamos al tema de la inmigración ilegal, a los bombarderos de flores contra los establos de amores perdidos, volvamos a que pasas de mí al igual que la felicidad, pasa olímpicamente de instalarse en el corazón de los perros abandonados.”

“La cena no te ha gustado nada, lo sé, igualmente no pienso pedir aquella pizza de higos, miel y queso de cabra que tanto te flipa”

El tema de irse de copas, ese desorden de los sentidos, recuerda un poco el disparate puro surrealista. Si bien eso puede darse en algunos pasajes y la estructura lógica extreme sus licencias al relacionar elementos que aparentemente se hallen muy alejados unos de otros en tanto el significado, hay un sentido que se enhebra, dándole un poder poético, con cierta estructura.

Este desorden de los sentidos, también es un remover de sentimientos. Las relaciones humanas son aquí puestas en cuestión todo el tiempo, el ritmo de su variabilidad puede ser el ritmo de la profusión de imágenes de diferente sentido semántico:

“El amor se parece a la teoría de las cuerdas: solo tienes que sonreír para darte cuenta de que encontrarte a una desconocida roncando en tu cama es igual de normal que ver desde tu sofá a aquella mariposa que se limpia las patas de polen bajo la noche que se acaba de hacer añicos en tu corazón”

Este irse de copas también es jazz, improvisación. Si hay un género musical que podría elegirse para darle un soundtrack a este libro es el jazz y una sensación temporal no tan moderna, actual, como más bien vintage. Una noche de jazz:

“Cuando llegó, “Cannonball” de Adderley ya se había zampado su bocadillo de acordes oceánicos y esperaba entre el piano y la sonrisa de 5 águilas pescadoras que charlaban amablemente con Jimmy Cobb y Paul Chambers. Esa mañana Miles llegó fresco -como una lechuga-para improvisar “Freddie Freeloader”

Una atmósfera que tiende a afincarse en un escenario detenido, como de café bar de pequeño barrio, en el cual lo cotidiano es sorprendido por un impulso imaginativo que el sujeto poético dinamiza para generar un ritmo visual y de sentido que altera la aparente tranquilidad de “lo mismo” interviniéndolo con la maravilla de “lo otro”.

Esa otredad no se detiene en el país de origen del autor. La mirada no se posa en la tierra y las raíces que la preceden, sino en un afuera que se dispara libre en muchas direcciones, y no solo en una como es la patria o la infancia:

“La primavera saca a pasear al perro con el que mi abuelo, el arriero, pasaba las noches para protegerse de los ladrones cuando tenía que atravesar las montañas de los Andes del Perú, con mulas cargadas de varios kilos de sal y de melancolía.”

“Pero dejemos estos fríos datos biográficos, ahora estamos lejos de la infancia, tan lejos como las grandes transnacionales de la soja de estos pobres diablos que caminan descalzos.”

La nostalgia no llama al sujeto poético, el terruño, como si puede verse en César Vallejo cuando vivió sus últimos años en Europa, por ejemplo. La memoria del Perú y su Santiago de Chuco siempre afloraba en los poemas que escribió en esos años, pero no es este el caso de Nilton:

“Vaya, me ha dejado la cartera –digo en voz alta—nos habíamos tomado unas cuantas copas de vino hipocrático, una ración de mejillones a la marinera y patatas con mucho alioli para no terminar enrollándonos”

Este sujeto poético se presenta incorregible en el amor, la vida y la poesía, llevando consigo sin embargo el equipaje de un ángel y sus talentos, que nunca lo abandonan, cada vez que se detiene a hacerle el amor a la poesía. Eso es lo que uno concluye tras terminar el libro, que el buscar de la poesía por parte del poeta, es finalmente, un coito de amor y desamor con ella, así como sus descansos de meditación poética.




lunes, 4 de enero de 2021

“Un viejo preparador de caballos murmuró: no sé si es buena, pero tiene ganas de correr” (reseña sobre “Matacaballos” de Ana Carolina Quiñonez Salpietro)

 


Evoco mi primera lectura de Matacaballos (Paracaídas, 2018) de Ana Carolina Quiñonez Salpietro (Lima, 1988), y la sinestesia me lleva de la imagen visual a la olfativa y táctil, transportándome a establos y a los caballos que habitan esos espacios. La presencia del animal, su respiración, la temperatura del mismo, reflejan una intensidad que es transferida desde el sujeto poético, hacia este ser. Si bien un aspecto central del libro es la memoria sobre la conflictiva relación que se establece con la figura del padre (la cual es equiparada al lado tosco, duro, del equino y su semejanza con ciertos aspectos de lo masculino y patriarcal), este marco es sobrepasado por la forma como se dibuja la metáfora del caballo y su profundidad simbólica.

El libro está separado en tres secciones: “Calentamiento”, “Pista de trabajo” y “Trote”. Los títulos de estas, sugieren momentos previos al de las carreras y al contexto del hipódromo, como si se quisiera ahondar en el ámbito íntimo del animal, resaltando la perspectiva del que está muy de cerca a este y a su preparación antes de competir y ser espectáculo de los aficionados y apostadores hípicos.

Esta mirada desde dentro se presenta de tal forma que, en varios pasajes, se llegan a establecer personificaciones de los caballos, que generan tal intercambio de naturaleza entre estos y los humanos, que terminan dando pie al surgimiento de un nuevo ser, hecho que considero un logro poético de esta entrega. Todo esto da como resultado una cohesión que le da consistencia de “cuerpo” a todo el libro. Un cuerpo que se percibe singular, fabuloso, como el de un centauro.

Son interesantes además, las relaciones de poder que se establecen alrededor de la figura del caballo. La aparente fragilidad de la inocencia femenina, delicada, sofisticada del sujeto poético, se confronta con ella, con fuerza efectiva. El libro sugiere -con no poca ironía- que el padre esperaba un corcel y le llegó una yegua:

“Ella lo daba todo/ cuando había que cuidar el ritmo./ Era una carrera de cuatro curvas/ pero el jinete no podía apaciguarla/ exigirle”… “Murió/ y la abrieron:/ su corazón/ era dos veces/ uno normal”

El título, “Matacaballos”, podría hacer referencia a algo similar a un matasellos, como algo que viene con una marca registrada, particular, pero también se le puede adjudicar la acepción de “caballo”, como refiriendo a alguien de condición tosca y sin tino y el título con señas de querer acabar con eso. Finalmente se dice en uno de los poemas que Matacaballos era otra forma de llamar al que cuidaba estos animales, aparentemente porque no lo hacía de la mejor manera. Motivo por el cual a veces se perdía en las carreras... Esta relación conflictiva con los sujetos masculinos dentro del libro, podría evidenciar una voluntad de matar al padre, simbólicamente, posibilitando el nacimiento de este sujeto poético.

Otra característica que se constata, es el conocimiento del mundo de los hipódromos, por parte de quien enuncia estos poemas. La figura de los caballos en los establos, se ve extrapolada después al de estos lugares de apuesta y en el caso del sujeto poético, de reunión familiar, digamos en la tribuna. Esto revela también, el aspecto social del libro, que expone una imagen de una clase social acomodada (propietaria de la tierra y los animales), observada con una mirada ciertamente crítica, desde la óptica de una niña que forma parte de este escenario, básicamente como espectadora (más al ser mujer en un ámbito que se muestra eminentemente masculino). Este panorama familiar-social, se ve contrastado por la imagen de un animal que tiene una naturaleza que tiende a la libertad y la belleza, aunque existan presencias que lo quieran cercar, generando una tensión interesante de sentidos en el libro. Reveladoras en este punto, son las palabras preliminares a la última sección:

“Zoila era una yegüita fondera y ligera. Recontra corajuda. No le gustaba que la pasaran. Si le ponían más caballos más se emocionaba y mantenía su ritmo. Corría siempre adelante.”

Vienen a mi mente algunos poemas tras leer “Matacaballos” como: “Emociones del hipódromo” del amauta José Carlos Mariátegui, “Los caballos de los conquistadores” de José Santos Chocano, “El caballo” de José María Eguren, o en los 70s, uno de los mejores poemas del grupo Hora Zero, “Balada para un caballo” de Jorge Pimentel; entre algunos textos sobre caballos en el Perú, emblemáticos.

Los caballos de Ana Carolina Quiñonez Salpietro sin embargo, tienen otras peculiaridades, provenientes de la psiquis de un sujeto poético, consciente de los roles que históricamente han repartido los discursos de poder tradicionales en el Perú, propios de aquella arcadia colonial que hablara Salazar Bondi en “Lima la horrible”, no solo explotadora de la tierra, sino hegemónicamente patriarcal. Dicho esto último, por señalar algunos discursos que se hayan cruzados en el libro, aunque como dije, sorprende además por su propuesta estilística, enseñoreada por el conocimiento de primera mano, que se percibe la autora tiene de este mundo.

 

LAS BESTIAS DE ADENTRO

 

Temíamos que un caballo
se empotre
contra la casa.
Los pasadizos de tierra
y el extenso terreno
abandonado
de barro y charcos
se quedaban a oscuras
y con el silencio
irrumpían las historias.
Un preparador
enloquecido
que marcaba
la huasca
potrancas
y variadores
potrillos y capataces.
Todo le pertenecía
todo lo que se movía.
Entonces
mi padre aparecía
cuando ya habíamos
cenado
y hecho las tareas
limpios
y desparasitados
comprobaba
las orejas
las patillas
cortas
las uñas.

Así
empezamos a traicionarnos
y le entregábamos la cabeza
del autor de los vidrios rotos.
Acusábamos
al que tiraba su comida a los perros
al que no se llenaba nunca
y comía de las sobras de los peones.
También le decíamos la verdad.
La verdad de los moretones
y de las costras
de las costillas salidas.
Siempre sabía quién se orinaba en las sábanas
y quién dormía con la luz prendida
quién veía en el televisor
formas borrosas
personas montando personas
y todos recibíamos correa.

Así
intentaba decirnos
que nosotros no éramos sus hijos
que éramos su responsabilidad.